24 de diciembre de 2017

Tiempo para mirar



«Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio.»
Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada. (...)


El cuento de navidad de Auggie Wren. Paul Auster

10 de diciembre de 2017

Como cada día




Como cada día y a la misma hora acabaron su paseo en las escaleras del parque, Manolo, Athos, Portos, Aramis y Dartagnan miraban pasar a la gente, de tanto en tanto alguna carantoña o una chuchería y seguían mirando. Dartagnan era el más joven y a veces no contenía sus impulsos cuando las palomas se acercaban pero el desinterés de los otros apagaba sus ansias.

Manolo era el director de esa pequeña orquesta de soledades, decidía el cómo y el cuándo y en ordenada secuencia todos ejecutaban los mismos movimientos. Antes de que el reloj tocara la media, se levantaban como accionados por un resorte y se alejaban con pasos lentos. Sin palabras. Sin sonidos. Solo el paso del tiempo.

29 de noviembre de 2017

Citas de aniversario

Disfrutando de los últimos días del mes de noviembre y no quiero acabar el mes sin celebrar mis tres años de Enredando con las letras, llego a estas fechas con las mismas ganas y la alegría que tenía allá por el 2014 cuando me animé a compartir mis historias en un blog.

19 de noviembre de 2017

Las palabras que viven en mi



Un día puede convertirse en un gran día en función de nuestras decisiones. 
¿Qué palabras viven en ti? 
¿Qué haces con ellas? 
¿Dejamos que nos habiten o nos visiten sin quedarse o igual hasta que se enquisten en nosotros? 
¿Qué prefieres? 
Es tu actitud la que decide.




















Celia levantó la vista del libro electrónico mientras pensaba en eso. ¿Y ella qué elegía?

Su autobús se había detenido esperando que el que les precedía despejara el camino. Dos niños que corrían atrajeron su atención, iban a toda velocidad por la acera arrastrando tras de sí abultadas mochilas mientras sus manos levantadas le pedían espera al conductor del otro autobús.

29 de octubre de 2017

Cuestión de ética 2




Ir a la 1a parte

No pude evitar sentir pena y una enorme decepción por la cobardía de Gustavo. Se me acumulaban las preguntas.

Recordaba a Julián y el desprecio que me provocaba. Me asqueaba su manera de mirar  casi desnudándote y la voracidad y rabia que intuías llevaba dentro. 

Me levanté acercándome a la cocina, cogí mi móvil y por un momento pensé en llamar a Gustavo pero lo descarte, estaba demasiado cabreada con él y no quería arrepentirme de mis palabras. Cogí las llaves del coche y conduje durante más de media hora.

La casona era la cabaña en el monte que tenía Gustavo, una vieja cabaña herencia de sus padres a la que en alguna ocasión habíamos ido con los de la asociación. No había nada demasiado cerca, el pueblo más cercano estaba a diez minutos. Yo no era miedosa pero no le había dicho a nadie que me acercaba hasta allí, así que a toda prisa escribí un mensaje a mi amiga Mariola.

Estoy en la casona de Gustavo. Luego te cuento.

Enviar el mensaje me tranquilizó. ¡Ay mamá, cada vez nos parecemos más! Bajé del coche y me acerqué hasta la puerta de madera. Me costó un rato encontrar la maceta en la que guardaba la llave. Estaba sudando antes de entrar aunque ya no sé si era por el esfuerzo o de preocupación.

20 de octubre de 2017

Cuestión de ética



Querida Paloma.
Me duele saber que te defraudaré y te pido perdón por ello pero no puedo cambiar ni lo que pasó ni lo que fui.
Aquella extraña carta llegó a mis manos en uno de esos días en los que todo me salía mal. Mi despertador no sonó y salí de casa con más de media hora de retraso, sin coger el paraguas y mientras se me escapaba el autobús, el cielo decidió abrirse. Después algunos dirían que fueron escasos minutos y un chaparrón de verano pero yo llegué a la oficina como recién salida de la piscina. Después, mi día tampoco mejoró porque cuando un día empieza del revés, ya se sabe que cuesta enderezarlo.

7 de octubre de 2017

Apariencias


Se echó una última ojeada. 

«Perfecto»

Sonrió. Le encantaba su vida. El móvil vibró y sin necesidad de mirar supo que era su socio. 

Salió de la habitación.

Su colega ya lo tenía todo preparado, solo quedaba conectar su ordenador. Carlos era un torbellino de actividad que apenas dormía. Incansable, aunque tampoco él dedicaba muchas horas al descanso.

«Había tanto por hacer».

22 de septiembre de 2017

Baila, baila, bailarina


                                                     


Martina cerró la puerta. Se apoyó en el silloncito de la entrada y se sacó los zapatos de una puntada. Con el bolso aún colgado se acercó a la cocina. Abrió el congelador. Yogur con frutos rojos, turrón y vainilla con nueces de macadamia. Tres tarros de un kilo cada uno.

«Hoy turrón».

Cogió una cuchara sopera y se sentó delante del televisor.

«Se equivoca. Soy mejor que Silvia».

11 de septiembre de 2017

Un día de verano

Sofía decidió justo en ese momento que le gustaba la playa pero no una cualquiera sino esa de altos acantilados. Para entrar en el agua era necesario atravesar un manto de cantos rodados y de múltiples erizos que, escondidos, parecían esperar a los incautos para darles un espinoso mordisquito.

Había llegado huyendo de chillidos, parasoles y balones de todas esas orillas quizás mucho más bonitas pero que perdían su belleza por la forzada intimidad de los cuerpos al sol. Al llegar allí se había sentido arropada con esa generosidad que tiene la naturaleza. Sí, le gustaba esa cala.
  

1 de septiembre de 2017

Volviendo...

El verano y las vacaciones van llegando a su fin y aunque sigo recordando el sol y la sal en la piel toca ya incorporarse, eso sí saboreando la calma y el sosiego que proporciona ese tiempo que es solo de uno, en el que se olvidan las obligaciones y los relojes y se disfruta del tiempo al aire libre, del mar, de la montaña, de la familia, de los amigos... de todo eso que es lo que realmente importa. 

No puedo dejar de dedicar en Enredando con las letras unas palabras a mi ciudad y al terror e irracionalidad que hemos sufridos este agosto del 2017.

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Aún conmocionada, con una tristeza inmensa, las emociones a flor de piel y con ese grito que como tantos barceloneses hice mío No tinc por, No tengo miedo, quiero destacar de esta barbarie que hemos sufrido el cariño, la solidaridad, la generosidad, el amor, los pequeños gestos de desconocidos y personas anónimas que no dudaron en ayudar a quiénes lo necesitaban y que me hacen sentir muy orgullosa de mi ciudad y de mi gente.

Destacar la labor de tantos y tantos funcionarios, esos policías (todos, los de aquí y los de allí) equipos de emergencia, médicos, enfermeros, bomberos… y a tantas personas anónimas que estuvieron a la altura. Gracias a ellos y no a aquellos que ni siquiera en momentos así saben estar, lo primero siempre es la vida y la gente. ¿Cuándo se entenderá eso?

Para finalizar con estas letras improvisadas quiero señalar el gesto de ese padre que perdió a su hijo de tres años abrazado al Imán de su ciudad, que salió en la prensa y en la televisión y que también algunos han criticado. ¡Qué fácil es juzgar y criticar! A mí me emocionó la generosidad de esos padres, de esa familia llena de dolor y ese homenaje a su hijito muerto, que el odio no gane.



Estos días he vuelto a pasear por las calles de mi ciudad y a pesar del dolor, de la tristeza inmensa que está ahí y que es difícil de olvidar, no van a conseguir que tengamos miedo. Espero que aquellos que utilizan el odio, el dolor y las masacres para atemorizar NUNCA lo consigan.


He acompañado estas palabras de la imagen usada para la manifestación del sábado 26 de agosto en Barcelona del artista Frederic Amat y la del homenaje espontáneo que hicieron las personas en la Rambla y de la Casa Batlló es de una gran fotógrafa y amiga Muntsa López.
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6 de julio de 2017

Hasta pronto.


Tiempo de verano...

Queridos compañeros de letras me tomo un pequeño descanso para recuperar fuerzas. 

Nos vemos en septiembre.



"¿Mi mejor verano? Sin duda, uno que todavía no he vivido". Philip Roth.
"¡Eres el ruido del mar en verano!" Vicente Huidobro, Canto II.


9 de junio de 2017

Grillar

Llevaba días escuchando aquel ruido en cualquier lugar, casi formaba parte de su cabeza. No conseguía explicarse por qué se le erizaba el vello y aunque se tapara los oídos, no desaparecía ni averiguaba el origen. 
No le daba tregua.

Criic-cric-c-cri-cr-criiiiic

Recordaba  uñas rasgando una pizarra, le producía escalofríos, todo lo molestaba y aquel ruido lo estaba volviendo loco.

Criic-cric-c-cri-cr-criiiiic

Había inspeccionado a fondo cada una de las habitaciones del pequeño apartamento en el que vivía, regalado a su vecina, las pocas plantas que apenas malvivían en su casa, revisado paredes, puertas, armarios… Y no había encontrado nada.

Criic-cric-c-cri-cr-criiiiic

21 de mayo de 2017

¿Existen las casualidades?

Sara cerró los ojos al leer el nombre mientras notaba desagradables punzadas en su estómago, la boca muy seca y el corazón a mil por hora.

¿Existían las casualidades?

De repente volvía a ser una niña en el patio de la escuela mirando al grupito de aquellas que creía sus amigas y que ahora esquivas y distantes la ninguneaban. 

¡Cómo dolía!

Cuando tocaba el timbre anunciando el recreo siempre era la última en salir de clase, le gustaba recoger sus cosas, guardarlas en el pupitre y colocar los bolígrafos en el estuche con parsimonia hasta que los profesores la urgían a salir del aula. Odiaba aquellas carreras a su alrededor, las camarillas en las que no se sentía bienvenida, las risas y chanzas en las que no participaba y de las que con más frecuencia de la que le gustaría parecía ser la protagonista. 

Si pudiera tener superpoderes se pediría ser invisible.

21 de abril de 2017

En un segundo

Carlos jugueteaba con Lucas que, sentado sobre la cinta transportadora del aeropuerto, reía, su risa le hacía tanto bien.

Por fin había conseguido que Gabriela le dejara llevarse al niño ese fin de semana a Sevilla, los abuelos habían estado tan contentos y había jugado con sus primos, esos que tanto le faltaban desde que se había separado de Gabi.

Estaba agotado, Lucas era un terremoto. Era consciente de que estaba un poquitín mimado y siempre acababa cediendo a sus deseos, como ahora sentado a ratos donde no tocaba pero le sonreía con esa carita pecosa que tanto lo emocionaba y no podía negarle nada.

3 de abril de 2017

Mujeres sabias


Esa mañana su hija la había llamado para preguntarle si podía recoger a la niña, la canguro la había dejado colgada. «Por supuesto que podía», le gustaba esperar a la pequeña en la puerta de la escuela y compartir esos ratos ellas dos solas.


17 de marzo de 2017

El Mausoleo



Por fin estaban en la casa nueva Ricardo no podía ocultar el orgullo que sentía mientras miraba a su alrededor.

«Es la casa que nos merecemos».

Lucía se lo repetía una y otra vez, estaban entusiasmados.

«La gente te valora por lo que ven» y él estaba de acuerdo, estatus y comodidad, lujo y poder.

26 de febrero de 2017

Un día más y ya son 19.345








Alicia acabó de poner los platos en la mesita frente a la chimenea, encendió una vela y miró con satisfacción el efecto creado mientras sonreía satisfecha.

«Perfecto».

10 de febrero de 2017

La de las cartas




De sopetón, la pregunta de Elsa sorprendió a Amanda.

—¿Me acompañarás?

Las dos amigas acababan de encontrarse en una de esas tardes de amigas, sin prisas y sin nada planificado.

—¿A dónde?

—He decidido ir a una echadora de cartas.

Amanda soltó una carcajada incrédula.

28 de enero de 2017

Extraños


Extraños. 

Ana miraba a los policías sin entender. «¿De qué le hablaban? ¿Por qué le enseñaban aquel papel como en las películas?»

«No, Juan Carlos no está».

«Estaba en su trabajo y después iba a jugar a fútbol. ¿Le ha pasado algo? Por favor, ¿Está bien?¿Pero está bien?»

«Sí, claro que los dejo pasar».

Contestó a uno y a otro, sin saber por qué estaban allí y mucho menos de qué iba todo aquello. Miró a su alrededor, sus vecinos estaban asomados cotilleando, enrojeció avergonzada.

«¿Qué iban a pensar de ella?»

15 de enero de 2017

Amapolas




El tiempo parecía haberse detenido como si no encontrara ningún motivo para continuar avanzando, la respiración monótona también parecía seguir su propio ritmo, uno que solo ella conocía.

Quietud y tensa espera.

El sol entraba por la ventana luciendo espléndido y sin ni siquiera disculparse por alegrar la estancia porque, aunque no debería, lo hacía sin contemplaciones.

Silencio, algún roce de tejidos y la respiración: inhalar, exhalar. Fuera, ruidos amortiguados, voces tenues. Dentro, opresión, silencio y miedo.

Unas manos acariciando con suavidad a otras inertes, la súplica en cada uno de los pensamientos. 

—No me dejes, por favor no me dejes.

4 de enero de 2017

Noches mágicas



Se revolvió inquieta sabiendo que no debería estar despierta, quería dormirse y no lo conseguía, no podía dejar de dar vueltas y más vueltas intentando encontrar un sueño esquivo y cuanto más interés ponía en dormirse, menos lo lograba. Y en cada giro intentaba que no crujieran esas sábanas indiscretas, que no chirriaran los muelles de su cama, nadie podía saber que estaba despierta.


A su alrededor el silencio le indicaba que todos hacía mucho que dormían y ella seguía alerta a cada uno de los ruidos y aunque no quería escuchar, los oía. Sabía sin ningún tipo de dudas que ya estaban allí.


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