Era una tarde fría de invierno, la
mujer abrió la puerta de su apartamento y al entrar vio la luz parpadeante que
le indicaba que tenía mensajes. Mientras se despojaba del abrigo, los escuchó.
Sonrío al oír la voz de Laura pidiéndole que la llamara, a continuación a su
madre y un sobre certificado que tenía que recoger y el tercer mensaje…Una voz masculina que susurraba de
una forma muy desagradable; sus palabras la hicieron estremecer:
—Te he encontrado y ahora…vas a pagar lo que hiciste conmigo.
Marina apagó de golpe el contestador como si así lo
hiciera desaparecer y se dirigió apresurada a la puerta de entrada para
asegurarse que estaba bien cerrada, pasó a continuación el baldón de seguridad
mientras se recostaba en la puerta intentando tranquilizarse. ¿Qué significaba
ese mensaje? ¿Quién la quería asustar? ¿Por qué? Se dirigió a su habitación
mientras se repetía que era una broma de muy mal gusto de algún imbécil que
quería jugar.
El timbre del teléfono la
sobresaltó. Se acercó, lenta, reprimiendo sus ganas de cogerlo y después del tercer
tono, se oyó el mensaje.
—Sé dónde vives. Me hiciste daño,
vas a llorar.
Era la misma horrible voz, estaba
aterrada, aquello sobrepasaba en mucho lo que sería una broma, aunque no quería
asustarse, lo estaba.