24 de mayo de 2015

La fiesta

Abrió los ojos al tiempo que sentía como le estallaban miles de cristales en ellos. Su cabeza… ¡Dios cómo le dolía! Intentó moverse y todo su cuerpo se quejó lastimado. ¿Dónde estaba? Con ojos cansados miró a su alrededor, ni idea de dónde estaba. Cerca tres tipos dormidos, espatarrados y desnudos. No los conocía. Un poco más lejos dos cuerpos más, parecían un chico y una chica. ¿Y aquel antro? Empezaba a estar muy asustada.

— “¿Qué es lo que había hecho?”

Se incorporó con mucho cuidado, quejosa, sin hacer ruido para que nadie se despertara. Sólo quería salir de allí, largarse a toda prisa. Se miró desnuda, pegajosa y sucia. Le dolía todo el cuerpo. A su alrededor vio algunos envoltorios de preservativos rotos… ¡Qué asco! Más allá los usados, tirados por el suelo. Empezó a rezar todo lo que sabía, suplicando porque le hubiera quedado algo de prudencia. No conseguía recordar que había pasado pero su sexo  entumecido le indicaba que había estado follando y no quería ni pensar ni con quién ni cómo lo había hecho. Suplicaba porque en medio de su inconsciencia le hubiera quedado algo de cordura, solo le faltaba pillar una enfermedad de transmisión sexual o peor quedarse preñada de cualquier energúmeno con los que había follado. No se engañaba, no recordaba nada, pero en aquella habitación había rastros más que evidentes de sexo y descontrol.

10 de mayo de 2015

Asalto al castillo

La misión era sencilla, sólo colarse en el castillo, silenciar a los arqueros y bajar el puente levadizo, sus compañeros se encargarían del resto. Lo había dominado el orgullo, ya era uno de ellos. Era un gran escalador, no había pared que se le resistiese, con manos y pies parecía pegarse a las rocas. 

  ¡Va a ser chupado!— le dijo a su jefe, el barbudo lo miró al tiempo que movía la cabeza y le decía que no lo dijera, que lo hiciera.

3 de mayo de 2015

Su nombre es Libertad


Dichosa, así se veía en ese instante. Era la culminación en su vida, para lo que una  se preparaba casi sin darse cuenta. “Era como debía ser”. Esos largos meses los había dedicado a imaginar cómo sería su existencia a partir de ese momento. ¿Cambiaría su vida? No había ninguna duda. Lo haría.

Le  preocupaba el desenlace. Un poco o quizá un mucho, no quería pensar ya que la asustaba. Sabía que en función de lo que pasara, su vida sería mejor o peor, pero no quería elucubrar sobre eso. ¡Aún no! En sus oídos, sin escucharlas, seguían las voces y rezos arraigados en años de uso de su madre, la abuela y quizás también las de su suegra.

Vivía en una sociedad moderna aunque para ellos nada hubiera cambiado. Se sabía conservadora, amaba a los suyos y no quería decepcionarlos. Pero, muchas de sus creencias no las comprendía e incluso había algunas de las que dudaba o rechazaba, pero nada decía.  Intentaba llevarse lo mejor posible con el allí y el aquí, no quería ambivalencias que los hicieran sufrir ni a ella ni a los suyos, odiaba las desavenencias que no llevaban a nada, le desagradaban las rivalidades y desafíos sobre cosas que no sabía. A ella le gustaba tender puentes  y  unir espacios, no añadir lejanía. En su rostro, el anhelo de quien lo único que busca es la felicidad y la paz a su alrededor.
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