Abrió los ojos al tiempo que sentía como le estallaban miles de cristales
en ellos. Su cabeza… ¡Dios cómo le dolía! Intentó moverse y todo su cuerpo se
quejó lastimado. ¿Dónde estaba? Con ojos cansados miró a su alrededor, ni idea
de dónde estaba. Cerca tres tipos dormidos, espatarrados y desnudos. No los
conocía. Un poco más lejos dos cuerpos más, parecían un chico y una chica. ¿Y
aquel antro? Empezaba a estar muy asustada.
— “¿Qué es lo que había hecho?”
Se incorporó con mucho cuidado, quejosa, sin hacer ruido para que nadie se
despertara. Sólo quería salir de allí, largarse a toda prisa. Se miró desnuda,
pegajosa y sucia. Le dolía todo el cuerpo. A su alrededor vio algunos
envoltorios de preservativos rotos… ¡Qué asco! Más allá los usados, tirados por
el suelo. Empezó a rezar todo lo que sabía, suplicando porque le hubiera
quedado algo de prudencia. No conseguía recordar que había pasado pero su sexo entumecido le indicaba que había estado
follando y no quería ni pensar ni con quién ni cómo lo había hecho. Suplicaba
porque en medio de su inconsciencia le hubiera quedado algo de cordura, solo le
faltaba pillar una enfermedad de transmisión sexual o peor quedarse preñada de
cualquier energúmeno con los que había follado. No se engañaba, no recordaba
nada, pero en aquella habitación había rastros más que evidentes de sexo y
descontrol.
Lentamente, se movió buscando su ropa. Reconoció sus tejanos y camiseta, ningún indicio de su ropa interior. ¡Era igual! Los recogió, ahora buscando su bolso.
Le costó encontrarlo, pero al fin lo localizó. Su monedero, ni rastro de dinero
y sus tarjetas se habían esfumado.
—“¡Serás idiota!”
Ahora rebuscaba el bolso en busca del móvil, tampoco lo encontró y no sabía explicar por qué ahora sí que se sentía perdida. Sin dinero ni
posibilidad de comunicarse con nadie.
—“¡Vaya asco de lío!”
Mientras se ponía los tejanos tocó algo duro en su bolsillo, suspiró
aliviada. Su teléfono, al llevarlo en el pantalón no se lo habían quitado. Suspiró
podría llamar a alguien. Se acabó de vestir sin hacer ruido.
—“¡A la mierda la ropa interior!”
Apestaba a alcohol del malo, garrafón, puro y duro y a otros olores que no
identificaba. Se daba asco. Sus zapatos, ¿dónde estaban sus zapatos? Mierda, no
podía salir a la calle sin zapatos. Tenía ganas de llorar mientras los buscaba,
intentando recordar qué había pasado. Miró a los que dormían, le asqueaban. Ella
se sentía aún peor. Ahora ya sollozaba en silencio mientras seguía buscándolos.
Por fin después de mover a aquella tía desnuda aparecieron los putos zapatos.
Se los puso y buscó la salida. Necesitaba meterse en la ducha y frotarse con
agua caliente para hacer desaparecer toda la mierda que sentía en su cuerpo.
La puerta no estaba cerrada, salió y el sol la deslumbró, ni idea de qué
hora era, empezó a caminar perdida. Encendió el móvil y abrió Google Maps
escribiendo su dirección. El aparato empezó a pensar, demasiado lento para ella
que ya caminaba sin rumbo alejándose de allí. Necesitaba poner distancia entre
lo que había pasado y ella como si así pudiera empezar a olvidar. El móvil le
indicó que estaba muy lejos de su casa.
Recordaba la fiesta, el descontrol y cómo tomaron mucho más que alcohol. Después
todo en blanco. ¿Sus amigas? No tenía ni idea de dónde estaban, no las había
visto al despertarse, allí no estaban.
¿Qué debería hacer? Ir al hospital, ¿para qué…? ¿Para decir que creía que
había follado con un montón de tíos y que no tenía ni idea ni cuantos ni qué
había hecho? ¿Para explicar que ni siquiera recordaba si había usado condón?
¿Para qué le dieran la píldora del día después? ¿Aún la daban? Creía que no. Ni
idea, nunca había pensado en eso.
— “¡Era absurdo, como había perdido el control de esa manera!“
Ella no era así, era responsable de su vida, tenía un buen trabajo, su
apartamento, sus amigos. De acuerdo, que de tanto en tanto con sus colegas
salían y se ponían hasta el culo de alcohol, pero nunca se había descontrolado
así. Ella controlaba hasta que dejó de controlar, esa noche era un ejemplo.
¡Ni hablar de ir al hospital! Lo que tenía que hacer era llegar a casa,
meterse en la ducha y olvidar aquella maldita noche. Y esperar que no tuviera
consecuencias. Eso es lo que iba a hacer.
Las arcadas la cogieron por sorpresa vomitando en el arcén. La cara de asco
y despreció de aquella mujer que pasaba le llegó al alma, quería gritarle que
ella no era así, que había tenido una mala noche, que ella no hacía esas cosas.
Estaba profundamente avergonzada. ¡Qué asco!
El móvil le indicó el camino. Tenía muy poca batería. Apretó el botón de
llamada marcando el teléfono de Silvia. No contesto. Lo intentó con Sofía y
María. Tampoco. Parecía que la noche había sido movida para todas. Las lágrimas
le escocían en los ojos, vergüenza y
miedo. ¿Dónde estaban sus amigas? ¿Qué había pasado?
Después de horas arrastrándose llegó a casa. Por el camino había anulado
las tarjetas, a pesar de que ya le habían soplado un buen pellizco. De nuevo,
¿qué podía decir? Por idiota. Suspiró. Las llaves en su sitio, entró en casa y cerró
la puerta asegurándola con el pestillo, se quitó la ropa que tiró a la basura.
Directa a la ducha, el agua caliente y el jabón no conseguían arrastrar toda la
suciedad que sentía que llevaba dentro. Se veía tan miserable. En su cuerpo
arañazos, hasta señales de dientes en sus muslos. Lloraba mientras se frotaba,
dejando la piel en carne viva de tanto raspar.
Al salir de la ducha, volvió a vomitar, solo bilis, ya no le quedaba nada. Sentada
en la taza del baño, lloraba mientras se desenredaba el pelo incapaz de
sostener su propia mirada en el espejo. ¿Qué había pasado? Ahora recordaba los
tipos con los que bromeaban y ya nada más. ¿Y sus amigas? Se levantó en busca
del móvil. Ya no tenía batería. Lo conectó, necesitaba saber de ellas, ¿dónde
estaban? El ruido del mensaje la asustó.
— “¿Disfrutaste de la fiesta perra?”
Las palabras la ofendieron, las imágenes la hicieron llorar. Temblaba
mientras las miraba, era ella no había ninguna duda y tampoco de lo que había
hecho. Fotos y vídeos eran muy ilustrativos. Sollozaba avergonzada. En las
fotos también aparecían sus amigas. Gimió, nadie podía ver esas fotos. ¡Qué
vergüenza! Alguien no iba tan borracho y había decidido que la noche no se olvidaría registrando
cada una de las obscenas escenas.
¿A quién contarle lo que estaba pasando? no podía decir nada. ¿A quién le
importaba si estaba borracha o quizás hasta drogada? Era ella, desnuda y
haciendo de todo. Nadie podía ver esas
fotos, nadie. ¡Qué vergüenza! Su trabajo, su familia…no podía, qué vergüenza.
Nadie podía ver esas fotos.
No veía opciones, no se atrevía a ir a la policía y a explicarlo. Sólo le
quedaba intentar llegar a un trato con quién fuera y pagar.
— “¡Puta fiesta!”
Las náuseas habían vuelto y su cabeza parecía estallar. Amargamente empezó
a llorar. Sabía que no tardaría en llegar un nuevo mensaje y sólo le quedaba
eso rezar para no verse en Youtube o en Facebook y que no se la reconociera
en exceso. Se engañaba, quién lo había grabado no era la primera vez que lo
hacía.
Esperó, sabía que llegarían las condiciones. Y lo
peor, que las aceptaría sin decir nada.
— “¡Maldita inconsciencia!”
El descontrol, las drogas y el alcohol es un tema preocupante.
ResponderEliminarJusto cuando ya tenía acabado este relato escuché que este tipo de situaciones se está dando con muchísima más frecuencia de la que creemos. Se abusa de mujeres jóvenes aprovechando la fiesta y el descontrol.
En lugar de denunciar, muchas mujeres por vergüenza y miedo hacen lo que la protagonista del relato, esconderse e intentar que no pase nada.
Sin embargo, para acabar con estos abusos, solo se puede denunciar y que pillen a los que se dedican a hacer esto.
Saludos
Un buen relato que ilustra la indefensión de nuestros jóvenes ante lo que les venden como ¡Cool! y apasionante. El desenfreno el descontrol y el abuso de lo que sea necesario para desinhibirse y "ser lo más" el "Guay" del grupo.
EliminarTenemos mucho miedo a todo: A ser nosotros mismos, a denunciar, a que nos llamen Clásicos,aburridos,frikis,sosos, estrechos y más.
Y acostumbrados a gozar de todo, tenerlo todo y tener todos los derechos porque: ¡Yo lo valgo!
No somos capaces de asumir las consecuencias de nuestros actos, sabiendo como sabemos que en todo,todo,todo hay un lado oscuro que corrompe hasta la juerga más desenfrenada y que siempre habrá alguien que se aproveche de las circunstancias en beneficio propio.
Todo empieza por educar, abrir los ojos de los inocentes chavales contándoles la cruda realidad, advirtiéndoles que este mundo es muchas veces un coto de caza para los depredadores sin alma.
Un beso
Cuanta razón Francisco.
EliminarDetrás de ese mundo fascinante siempre hay gente acechando a los más inocentes.
Como bien dices se trata de educar y explicar, pero también sabemos que los jóvenes a veces ven las explicaciones como alarmistas. Estamos en una sociedad donde el error no se perdona, y aún peor, se publica con el daño que eso puede causar.
Desgraciadamente este tipo de situaciones se están dando más de lo que se debería, impresentables que se aprovechan de la inocencia y de las ganas de diversión de jóvenes.
Un saludo y gracias por tu comentario.
Un placer como siempre, tenerte de lector.
Un abrazo.
Conxita!! Muy bueno pero tienes que seguirlo! Tengo que saber qué ha pasado por favor!
ResponderEliminarGracias Paola.
EliminarEn un primer momento si que hacía seguir la historia, después pensé que era muy evidente y que era mejor que cada cual escogiera su final.
Igual te hago caso y acabo la historia.
Un abrazo
Un relato de los que te pellizcan el estómago. Precisamente por lo que comentas, que son situaciones mucho más probables de lo que nos imaginamos, de hecho conozco a alguien a quien le sucedió algo parecido. Tenemos poco control sobre nuestra vida y estamos expuestos. Pero, por otro lado, no soy partidaria de encerrarnos en un cascarón.
ResponderEliminarA mí me parece bien cómo has dejado el relato, que cada cual haga el recorrido en donde lo has dejado... Yo le voy a poner un final feliz ;)
Un abrazo
Hola Ana,
ResponderEliminarComo dices son situaciones muy frecuentes. mucho más de lo que pensamos que se silencian por vergüenza. Cuando hablas con la gente, todo el mundo conoce algún caso, más o menos graves, de situaciones parecidas.
Muy poco control y mucha gente dispuesta a disfrutar con el mal ajeno, sobre todo en el caso de los más jóvenes. Aunque ellos son los principales destinatarios, este tipo de situaciones también se dan en gente con más edad.
Me alegra que optes por el final feliz, ojalá...
Un saludo
Ya estoy alejado de esos ambientes. No puedo imaginar muy bien que existan, pero el relato me trae la evidencia de que existen y que siempre hay alguien que se aprovecha de las circunstancias, hundiendo a las incautas -en este caso- que caen en sus redes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Ignacio,
EliminarExisten y mucho más de lo que nos pensamos. Por vergüenza o miedo no se denuncian como deberían porque las persona afectadas se sienten culpables.
Justo hace unos días se recogía en la prensa que se está extendiendo una forma de agresión contra mujeres y hombres mediante un potente narcótico que deja a las víctimas en un estado de semi inconsciencia, sin voluntad y sin ninguna capacidad de reacción por lo que sufren cualquier tipo de vejaciones. Tiene hasta un penoso nombre, la droga de los violadores.
Desgraciadamente hay gente que como bien dices, busca a incautas e incautos que caen en sus redes. Educar y denunciar.
Un abrazo y feliz día
Un relato absolutamente genial, Conxita, al margen de que trate un tema duro y sórdido. Me has hecho sentir la angustia, la desolación y el miedo de la protagonista como propio. Muy bueno!!
ResponderEliminarRealmente la pérdida de control en una fiesta "salvaje" puede traer consecuencias imprevistas. Una sola vez y basta una dosis de mala suerte para que se convierta en un gran quebradero de cabeza. Creo que yo sí habría ido a un hospital y a la policía, pero hay que verse en esas circunstancias para saberlo.
Lo dicho, muy bueno. Me ha encantado!!
Un gran abrazo, amiga, y gracias por este lujo de relato.
Julia, un placer que te haya gustado.
EliminarQuería explicar eses descontrol, ese todo vale combinado de alcohol y drogas queridas y sin querer y como eso no es divertido. Como bien dices, una sola vez es suficiente para tener muchos problemas y hasta arruinarte la vida, y parece que hay desaprensivos que buscan este descontrol para actuar.
Estuve leyendo sobre el tema y parece que es tanta la vergüenza, el no saber qué ha pasado y sobre todo el querer obligar, que muchas víctimas optan por esconderse e intentar olvidar, sin denunciarlo y sin darse cuenta que esa misma pesadilla le puede pasar a otras u otros. Los desaprensivos no hacen diferencias con los sexos.
Gracias por leerlo y por tus comentarios.
Un abrazo
Mantener la inquietud, la angustia y la tensión con estilo y fluidez. Un logro de relato corto que se lee casi sin respirar, paso a paso, junto a la protagonista. Genial, Conxita.
ResponderEliminar¡Abrazo, compañera!
Muchas gracias Edgar por tu comentario. Es un placer, especialmente viniendo de alguien, como tu, que escribe tan bien y que siempre mantienen alerta, sorprenden y nunca aburren.
EliminarMe alegra que te haya gustado y haber conseguido transmitir esa angustia que siente la protagonista ante un descontrol que se le ha escapado de las manos y que no sabe qué consecuencias aún peores tendrá.
Un saludito
Un gran relato.
ResponderEliminarExplicas muy bien el doble peligro. No solo haber follado con desconocidos con dudas si se uso siempre preservativo. Ahora se suma la posibilidad de la grabación.
Y eso tiene que ser horrible. ¿Donde se verán esas imágenes? Si me piden dinero ¿qué garantías hay de que solo lo harán una vez?
Se sale para disfrutar. Algunas veces por el efecto contagio se bebe de mas, se toma de todo, se pierde el control.
Para no enrollarme (mas) me ha gustado mucho tu historia. Buscaba otra, pero un gran encuentro.
Muchas gracias Guille, me alegra que te haya gustado.
EliminarPues perfectamente explicado en tu comentario, se sale para disfrutar y perder el control no siempre es sinónimo de disfrute y diversión.
Al final la pobre protagonista no sabe qué ha pasado y el miedo de no saber hasta dónde esa pesadilla no ha hecho más que empezar, porque con desaprensivos que se dedican a esto...no hay garantías de nada.
Lo peor es que la realidad supera a la ficción y hay gentuza que disfruta haciendo esto.
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ResponderEliminarDid you know that you can get them AUTOMATICALLY AND ABSOLUTELY FOR FREE by getting an account on Like 4 Like?