Aprende de las personas equivocadas a valorar a la persona correcta
Benjamín Prado
—Sí mamá, en media
hora estaremos en casa—. Max terminó la llamada, se encogió de hombros mirando
a Laura y a sus amigos.
—Lo siento Pablo. Nos tenemos que marchar. ¡Mi madre está imposible! Anteayer nos hizo lo mismo y
la semana pasada ni siquiera pudimos salir a tomar una copa con Sara y Bruno
porque tenía vértigos.
Laura sonrió con
tristeza.
—Se siente muy
sola cariño y está muy mayor.
Pablo miró a sus
amigos mientras recordaba las veces que doña Angelita les había hecho cambiar
de planes siempre con la misma excusa «de lo sola que estaba y lo poco que Max la cuidaba». Desde que enviudó, Max era el único de sus
hijos que estaba pendiente de ella y de todos sus caprichos. Ya era a los cincuenta
así y no pensaba que con ochenta hubiera mejorado. Se despidió de sus amigos
pensando que «aquella vieja egoísta no les había dejado disfrutar ni de
un par de horas después de un año sin verse».