23 de diciembre de 2014

¿Sabes quién soy?





-          ¿Sabes quién soy?  

La vehemencia con la que el hombre se dirigió a ella, la asustó. 
Como otras mañanas, al pasar lo había saludado, pero ahora estaba desconcertada y muy nerviosa.

- ¿Sabes quién soy? ¿Me conoces? – volvió a repetir el hombre mirándola fijamente.

En su cara se leía la desesperación, el temor y la angustia. Eso, estaba asustando a Elena. Su intensidad, su miedo. Intentó no mostrarlo, que él no notara nada. Tragó  saliva antes de contestar con suavidad.

- Sí claro, eres Javier.

La mujer sonrió, intentando aparentar una calma que no sentía. 

18 de diciembre de 2014

Una pequeña historia de amor

  

Lo suyo no había sido un amor de impaciencia, no había surgido en un instante, no había habido ni chispa ni primeras impresiones ni por supuesto amor a primera vista.
Lo suyo, había sido, si se podía llamar así,  un amor de largo recorrido, de muy largo recorrido. Un amor de contradicciones y desapariciones, un amor que llenó de esperanza la desesperanza.

Manuel aún recordaba la primera vez que la vio. La odió casi en el acto.

-  Manuel – su mujer estaba entusiasmada - quiero presentarte a Nana. - Los tres se miraron. - Nana este es Manuel.

Ella era entusiasmo, vitalidad, juventud y optimismo. A su alrededor, un remolino de risas, alegría, rizos oscuros y enormes ojos marrones. Ella era vida, desbordante y extenuante,  que compartía con los otros, sin pizca de egoísmo ni de maldad. Él estaba agotado  y rabioso contra el mundo.

Manuel, en aquel instante, ya supo, de manera inconsciente, que su vida iba a cambiar. No le apetecía lo más mínimo pero sabía que no había opción, era sí o sí. Esa certidumbre consiguió aumentar aún más su inquina por la nueva.

Lucía su mujer, la adoraba. Cuanto más la quería ella, más resentimiento se generaba en él. Le resultaba difícil explicar por qué sentía ese odio visceral hacía ella. Quizá fuera su desbordante vitalidad, su juventud o todo ese ruido que siempre la precedía, Manuel no sabía qué era, simplemente le molestaba que ella estuviera. No la quería allí, no la quería compartiendo su vida, o mejor, lo poco que quedaba de su vida.


14 de diciembre de 2014

Una mujer invisible






"Voici mon secret. Il est très simple: on ne voit bien qu'avec le coeur. L'essentiel est invisible pour les yeux". 
Antoine de de Saint-Exupéry

¿María?" "¿Dónde está María?" "¿Alguien ha visto a María?"María, ¿dónde estás?"

Esas palabras la habían perseguido toda su vida. Ahora, en aquella cama de hospital, mientras se duerme, le parece que para siempre, sonríe divertida.
Imagina la sorpresa de sus familiares y amigos cuando descubran que la mujer invisible, lo era porque ella quería, no porque nadie la hiciera invisible. 

Recuerda que al principio, de muy pequeñita, le producía sorpresa darse cuenta que podía estar al lado de cualquiera y nunca la encontraban. Insistían e insistían y no la veían hasta que ella decidía hacerse visible.

Hubo un tiempo en que eso, quizá la preocupó, hasta que decidió hacer de su "defecto", una virtud. Fue fácil, la gente no tiene miedo de lo que no ve.
Nunca era una amenaza porque jamás la vieron. 

Las personas conocidas y desconocidas hablaban a su alrededor sin ningún cortapisa, tal y cómo les parecía. Escuchó muchas conversaciones inútiles, muchas. Escuchó dolor, envidia, amor, éxitos, negocios fracasados, oportunidades, ideas, y descubrió un mundo volcado en la apariencia dónde ganaba, sorpresa, el que menos se hacía ver. Podía estar con cualquier persona, en casi cualquier sitio y jamás sobraba. Nadie la veía.

Así se aseguró de invertir en su propio beneficio, cubrir todos sus gastos presentes y futuros sin ruido. Era tan divertido ver la sorpresa de la gente cuando aquel negocio seguro, que sólo ellos conocían se evaporaba. Cuando aquel local reservado o aquella oportunidad impresionante, de repente ya tenía dueño. Cuando aquella empresa que nadie sabía que se vendía, se encontraba comprada. 
Siempre había otro más avispado que se había adelantado. Y siempre era ella, la mujer invisible.

Se divertía.

7 de diciembre de 2014

Dos palabras


Dos palabras, sólo dos y una vida que se rompe. Lucía lloraba mientras leía el correo electrónico que él le había enviado.

-          “Te dejo”

Dos palabras. Así sin más, sólo dos palabras. Dos únicas palabras que la estaban destrozando. No podía creer que él las hubiera escrito, parecía imposible.


Hasta ayer, seguían hablando cada noche por Skype. Anoche lo había encontrado serio, sin muchas palabras pero tampoco le pareció distinto a otras veces. Estaba cansado, había tenido una jornada agotadora y ella no le dio más importancia que esa. Hablaron de su trabajo, de la feroz competencia que tenía cada día e incluso de su hijo, pero ni una sola de sus palabras la preparó para el cobarde mensaje que llegó al día siguiente.

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