"Voici mon secret. Il est très simple: on ne voit bien qu'avec le coeur. L'essentiel est invisible pour les yeux".Antoine de de Saint-Exupéry
¿María?" "¿Dónde está María?" "¿Alguien ha visto a María?"María, ¿dónde estás?"
Esas palabras la
habían perseguido toda su vida. Ahora, en aquella cama de hospital, mientras se
duerme, le parece que para siempre, sonríe divertida.
Imagina la sorpresa
de sus familiares y amigos cuando descubran que la mujer invisible, lo era
porque ella quería, no porque nadie la hiciera invisible.
Recuerda que al
principio, de muy pequeñita, le producía sorpresa darse cuenta que podía estar
al lado de cualquiera y nunca la encontraban. Insistían e insistían y no la
veían hasta que ella decidía hacerse visible.
Hubo un tiempo en que
eso, quizá la preocupó, hasta que decidió hacer de su "defecto", una
virtud. Fue fácil, la gente no tiene miedo de lo que no ve.
Nunca era una amenaza
porque jamás la vieron.
Las personas
conocidas y desconocidas hablaban a su alrededor sin ningún cortapisa, tal y
cómo les parecía. Escuchó muchas conversaciones inútiles, muchas. Escuchó
dolor, envidia, amor, éxitos, negocios fracasados, oportunidades, ideas, y
descubrió un mundo volcado en la apariencia dónde ganaba, sorpresa, el que
menos se hacía ver. Podía estar con cualquier persona, en casi cualquier sitio
y jamás sobraba. Nadie la veía.
Así se aseguró de invertir
en su propio beneficio, cubrir todos sus gastos presentes y futuros sin ruido.
Era tan divertido ver la sorpresa de la gente cuando aquel negocio seguro, que
sólo ellos conocían se evaporaba. Cuando aquel local reservado o aquella
oportunidad impresionante, de repente ya tenía dueño. Cuando aquella empresa
que nadie sabía que se vendía, se encontraba comprada.
Siempre había otro
más avispado que se había adelantado. Y siempre era ella, la mujer invisible.
Se divertía.
María en su cama
esbozó una sonrisa. Quizá la bolsa fue su mayor aliada. Ese gran juego de azar,
de informaciones secretas que se compraban y se vendían y cuanto más secretas,
más valor tenían. Ella siempre las tenía todas. La bolsa, le proporcionó
incontables alegrías y ganar mucho dinero, mucho, más del que podía gastar ni
gastaría jamás en su vida.
Mientras nadie la
veía se construía vidas distintas. Y de tanto en tanto, para divertirse, se
dejaba ver. Era tan fácil, sólo tenía que colocarse una peluca y adornarse con
ropas caras y joyas, de repente todos la veían. Se convertía en otra persona que
charlaba, reía, y vivía.
Cuando se cansaba de
aquello tan superficial y conseguía lo que buscaba, se despojaba de todos esos
abalorios y vivía su vida, aparentemente, gris. En esa vida, ayudaba a los que
lo necesitaban, sin recursos, proporcionaba empleo a gente desesperada, a
estudiantes brillantes y a otros que necesitaban un empujoncito, colaboraba,
donaba, participaba...Siempre desde el más absoluto anonimato.
Regalaba su amor y su
solidaridad, sin grandes gestos y sin darse cuenta de cómo iba dejando una
huella en aquellas personas. Una tras otra se enamoraban de la bondad de la
mujer invisible y siempre la buscaban y no la encontraban. Con frecuencia, las
personas invisibles, las que siempre estaban sin pedir nada a cambio, sólo se
valoraban cuando ya no estaban. ¡Qué triste!
Pero María tenía otra
vida que la llenaba de satisfacción, le encantaba hace la vida imposible a
aquellos que la decepcionaban.
Mujer de buen
conformar en su lado gris, se volvía fría y calculadora en su lado más oscuro.
Investigaba,
difundía, denunciaba, hasta conseguir castigar a aquellos que la fallaban. Los
odiaba. Ella veía el sufrimiento de la gente sencilla, que con frecuencia
pagaba las frivolidades de los poderosos. Ella podía y por tanto hacía.
Creó una agencia de
investigación, una legión de personas que trabajaban para ella y no lo sabían.
Todo en su lado oscuro era válido. Las redes sociales la ayudaban, informáticos
anónimos y hackers desencantados eran sus grandes aliados. Creó su propio periódico
especializado únicamente en destapar los trapos sucios. Su independencia
económica y política, no deber nada a nadie y que nunca supieran quién estaba
detrás, convirtió su aventura en un gran éxito.
No perdonaba a nadie.
Se convirtió en el azote de los corruptos y ese fue su nombre. No se conformaba
con difundir, perseguía y acosaba hasta que devolvían lo que robaban o los
metía en la cárcel. Nadie descansaba, ni siquiera en sus paraísos fiscales o
cambiando de vida, todos pagaban. Decidió tomar la justicia por su mano, ya que
no era igual para todos. Ricos y pobres no se medían igual y ella no pensaba
tolerarlo.
Agresiva, no tenía
piedad.
Se veía a sí misma
como la nueva Robin Hood, Se carcajeaba en silencio de ellos y de ella. Sabía
que no era bueno que se volviera justiciera, que seguramente cometía errores
pero no soportaba ver el sufrimiento a su alrededor.
Adoraba verlos
perder. Todo. Su dinero, sus propiedades y sentirlos temblar, ante la
posibilidad de verse en la calle, sin nada, despreciados, humillados y en su
caso, sin ninguna dignidad. Quería que se vieran, pequeños y mezquinos, que
palparan lo fútil y vano que era todo aquello que habían amasado a costa de
mentiras, engaño y sufrimiento. Quería que se sintieran como ellos hacían sentir
a aquellos que lo perdían todo, hasta la esperanza.
El azote de los
corruptos fue creciendo en éxitos y en capturas. Cada vez más personas
colaboraban, destapaban asuntos, no tragaban. María creía que empezaban a
despertar las conciencias, el “basta ya”, no tolerar, no aguantar,
denunciar.
Crecía, crecía más y
más miedos despertaban.
Se iniciaron cazas y
persecuciones buscando el origen, al propietario. Destruir, eliminar,
aniquilar, que no se moviera nada, taparse entre ellos las vergüenzas y
miserias.
María lo veía todo,
lo oía todo y atajaba cualquier ataque. Eso era ser invisible.
Ahora, que se iba,
había dejado su fortuna atada a su misión. Devolver la dignidad a un pueblo que
no se merecía que lo engañaran. Dinero y poder al servicio de la honestidad.
Era difícil encontrar eso, pero ella había dejado en buenas manos su imperio.
Ahora, desvelaba sus
secretos, en una muestra de coquetería que se debía, después de tantos años de
invisibilidad. Había grabado una confesión y su testamento en un vídeo, largo y
exquisitamente pensado, para asombrar al mundo. Explicaba su historia y lo
fácil que es engañar desde lo que no se ve, desde el anonimato y cómo es
necesario dudar de las especulaciones y falsos oropeles. Reivindicaba lo
auténtico, la solidaridad y la nobleza, valores que iban desapareciendo.
Dejaba su legado en
marcha, esperaba que atado y bien atado. Quería haber contribuido un poco a
limpiar una sociedad que la asqueaba, a recuperar la dignidad y el orgullo de
aquellos que ningún mal hacían.
Antes de cerrar los ojos recordó la frase del pequeño principito, Lo esencial es invisible a los ojos.
Se moría, pero su
obra seguiría y cada vez que un corrupto dudara, ella habría triunfado.
Conxita
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foto by Unsplash.com
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No espero que me respondas como anteriormente has hecho, pero me pregunto si escribes más allá del blog. De esta sola entrada podrías hacer una novela. Quedan pocos luchadores y escribes muy bien.
ResponderEliminarMe ha gustado la entrada, me ha saltado como un resorte eso de no tolerar, tan ajeno a lo que existe hoy en día con la tolerancia dirigida. En fin, ya vas viendo unos retazos de mi manera de pensar.
Un abrazo fuerte. Me pasaré de vez en cuando a hacerte una visita.