El tiempo parecía haberse detenido como si no encontrara ningún motivo para continuar avanzando, la respiración monótona también parecía seguir su propio ritmo, uno que solo ella conocía.
Quietud y tensa espera.
El sol entraba por la ventana luciendo espléndido y sin ni siquiera
disculparse por alegrar la estancia porque, aunque no debería, lo hacía sin
contemplaciones.
Silencio, algún roce de tejidos y la respiración: inhalar, exhalar. Fuera, ruidos amortiguados, voces tenues. Dentro, opresión, silencio y
miedo.
Unas manos acariciando con suavidad a otras inertes, la súplica en cada uno
de los pensamientos.
—No me dejes, por favor no me dejes.
—María, ya ha llegado la primavera–. El hombre solo la miraba a ella ajeno al resto, la observó con dulzura e intentó sonreír pero solo le salió una mueca. — ¿Recuerdas esas flores que tanto te gustan mi amor? — Cerró los ojos, quizás para recordar a las trémulas amapolas que
lucían espléndidas y sobre todo vivas, muy vivas en los campos que ella adoraba, o
para disimular las lágrimas empeñadas en aparecer en sus ojos cansados.
Le siguió acariciando el cabello, seco y sin brillo, con una dulzura imposible de
imaginar en esas manos grandes y rudas. De repente como si se diera cuenta de
algo que solo él sabía intentó recomponer con torpeza su peinado como a ella le gustaría.Volvió a coger esa mano pálida acariciándola con los labios mientras seguía musitando.
—¿Te acuerdas cuándo me empeñé en hacerte un ramo?— Ahora, su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron turbados —. Aún oigo tus súplicas y mi soberbia: «Manuel, déjalo, son flores silvestres, su belleza desaparece al cortarlas».
El hombre la miró con un inmenso cariño mientras siguió balbuceando más para
él que para ella.
—Yo, pedante, no resistía que algo se opusiera a hacerte feliz. Tú, mi
amor, me insistías en que la libertad no soportaba límites, que encerrar algo
aunque fuera en un jarrón hacía sufrir. Yo te lo negaba, obstinado sabes que
siempre lo he sido, empeñado en construirte la primavera en nuestra casa...— El hombre intentó una carcajada sin humor mirándola con ternura—¡¡Sí!! ¿Recuerdas querida tus risas y mi angustia al
ver que nada más cortarlas ya se marchitaban?
Suspiró, mientras siguió acariciando la huesuda mano de la mujer silenciosa, en sus besos la adoración y en sus ojos, la angustia y el miedo.
Él siguió susurrando lleno de amor.
Él siguió susurrando lleno de amor.
—Ahora ya casi todos los cerezos han florecido como a ti te gusta mi
vida, y — tragó saliva, convenciéndose de sus palabras— aún no hemos visto ese
valle con sus flores. Te llevaré mi amor, ¡tú ponte buena!, te prometo que iremos y podrás hacerles tantas fotos como quieras, y ¡sí! cariño, llenarás nuestra casa, de nuevo, de risas y de flores.
El hombre giró el rostro como si ella pudiera ver las lágrimas que se deslizaban
de sus ojos desanimados.
—¿Recuerdas como nuestro Sergio corría entre la hierba mientras te decía: «Mírame
mamá, estoy en un mar de flores». Me gustaba verte cogiéndolo en tus brazos
mientras le hacías cosquillas con tus besos, ¿te acuerdas mi amor?
Una sonrisa tierna apareció en el rostro del hombre, la miró como esperando ¿un milagro? y de nuevo solo le respondió la respiración lenta y acompasada.
Unos golpecitos suaves en la puerta y la manita gordezuela de un niño abriéndola. De puntillas con una sonrisa besó al hombre sentado, con ese
amor incondicional que dan los niños, mientras acercaba sus manos a la mujer con suma delicadeza y la
acarició como tantas veces había hecho ella con él.
Dos adultos acompañaban al niño. Sergio, besó a su padre. No hacía falta preguntar, observó la cara de la mujer serena mientras la besaba en la frente, acarició con suavidad su cabello sin despeinarla sabiendo como le gustaba estar impecable.
Dos adultos acompañaban al niño. Sergio, besó a su padre. No hacía falta preguntar, observó la cara de la mujer serena mientras la besaba en la frente, acarició con suavidad su cabello sin despeinarla sabiendo como le gustaba estar impecable.
«No nos dejes mamá». Una plegaria silenciosa, otra más.
Sergio apretó los ojos para contener la emoción que lo inundaba, sonrió con delicadeza mientras su hijo parloteaba con la mujer callada. Vio las flores en
las manos de Julia, su mujer, que los observaba con amor. Se levantó buscando
un recipiente para colocarlas. A su alrededor un jardín en las
paredes. ¡Cómo le gustaría cuando despertara ver esa primavera de dibujos que
su nieto había hecho, día tras día, para la abueli!.
—Papá baja con Julia a la cafetería para comer algo—.El hombre mayor
negó con la cabeza—. Papá tienes que comer. Te prometo que no me moveré de aquí, no la dejaré sola pero por favor ve con ellos.
Su mujer se acerca poniendo una mano en el hombro de su suegro.
—Venga Manuel le irá bien. Bruno dale la mano al abuelo—. Lo ayudó a levantarse,
a ella no se oponía y menos a la manita de su nieto. Los tres salieron de la
habitación y Sergio se sentó en la silla que ocupó su padre un instante antes,
su mano acarició a la mujer dormida.
—Venga mamá, ¡tienes que ponerte buena! Eres muy fuerte y aún muy joven.
Un leve estremecimiento pareció recorrer a la mujer y Sergio la miró esperanzado
pero no había cambios en los monitores conectados a su
cuerpo.
—Te echa de menos mamá, todos te echamos de menos, papá apenas come, no
vive sin ti—.De nuevo, miró la pantalla: —¿Mamá te
duele?
Sin pensar apretó el pulsador llamando a la enfermera que acudió con rapidez, todos en
la planta querían a la abuela primavera,
había familias que resultaban entrañables y esa lo era.
La enfermera controló los monitores observando a la bella mujer sedada, sabía cuantos dolores sufría y que su final era inminente. Y también que su familia se obstinaba en negarlo, a todas horas a su lado velando a una mujer y a una madre que necesitaban, envolviéndola en capas y más
capas de amor, sin querer dejarla ir, suplicándole que se quedara.
A la enfermera, le seguía doliendo esa tristeza inmensa inmensa en el rostro del joven, su
desesperación, sus súplicas y casi sentía la desazón de esa mujer atada a la vida con esa cadena de amor.
Se acercó al joven, por un instante le gustaría decirle que la dejaran marchar, que ella sabía cuánto la querían pero que había llegado su momento.
Se acercó al joven, por un instante le gustaría decirle que la dejaran marchar, que ella sabía cuánto la querían pero que había llegado su momento.
Apenas unos minutos más tarde Sergio escuchó un alboroto en el pasillo y la
puerta se abrió un instante mientras la cara asustada de su mujer lo reclamaba, su padre medio caído en el suelo, a su alrededor un par de enfermeras lo
atendían de un desvanecimiento.
Apenas unos minutos...
En la habitación, los monitores registraron una súbita actividad, apenas unos segundos, mientras ella se alejaba. Las flores parecía que lucían mucho más hermosas y se diría que hay un olor a primavera en el ambiente.
Apenas unos minutos...
En la habitación, los monitores registraron una súbita actividad, apenas unos segundos, mientras ella se alejaba. Las flores parecía que lucían mucho más hermosas y se diría que hay un olor a primavera en el ambiente.
Cuando más tarde su familia entró en la habitación, la mujer descansaba con
una sonrisa tranquila y relajada en su bello rostro, dormido para siempre.
Conxita
Elisabeth Kübler-Ross psiquiatra suizo-estadounidense que estudió las emociones de las personas que saben que van a morir y en proponer cuidados paliativos y en afrontar la muerte con serenidad.
ResponderEliminarEsta psiquiatra estudió multitud de procesos de duelo y entre otras me impactaron unas palabras relacionadas con los familiares de enfermos terminales que los acompañaban a todas horas y justo en un momento en que se descuidaban el paciente aprovechaba para irse, ella mantenía que no se los dejaba marchar, justo como hacen los protagonistas de mi relato.
En el libro “Lecciones de Vida” publicado por Ediciones Luciérnaga, la autora habla de los asuntos inacabados y dice:
Cuando hablamos de aprender nuestras lecciones, estamos hablando de deshacernos de asuntos inacabados. Los asuntos inacabados no tienen que ver con la muerte, sino con la vida.
“Sí, he tenido una buena vida pero, ¿he sacado tiempo para vivir de verdad?”. Hay muchas personas que han existido, pero que realmente nunca vivieron. Y gastaron cantidades inmensas de energía en mantener ocultos sus asuntos inacabados.
Puesto que los asuntos inacabados son el mayor problema en la vida, también es el tema principal que abordamos cuando nos enfrentamos a la muerte. Muchos de nosotros dejamos la vida con una gran cantidad de asuntos inacabados; algunos solo dejan unos pocos.
La lectura de esta autora te hace reflexionar sobre el arte de vivir. Vivamos la vida intensamente y centremos nuestros esfuerzos en aquello que realmente importa.
Feliz semana
Para el que muere es el final. Ya no hay nada mas. Solo importará su desaparición en sus círculos cercanos.
ResponderEliminarLo mejor, que haya satisfacción por como ocupó su tiempo en la tierra.
Para los que se quedan se abren muchas posibilidades. La mejor; darse cuenta de que tus días son limitados y vivirlos lo mas cercano a lo que nos gusta que podamos.
Lo que fue ya pasó. No hay vuelta atrás.
Un escrito sensible. Bien llevado.
Totalmente de acuerdo Guille, el dolor por la desaparición estará pero al menos ayuda saber que realmente ha vivido, ese saber vivir la vida es la clave no estar de paso por ella o si se está, saber lo que uno se pierde por hacerlo. Aprendamos a ser listos y a disfrutar de la maravilla que tenemos.
EliminarMe quedo con esa parte positiva, de valorar que la vida es breve y mejor aprovecharla de la mejor manera posible haciendo aquello que nos gusta, nos hace felices y con quiénes nos hacen felices.
Gracias por tus palabras.
Besos
Ay, lo malo de la vida es que siempre suele acabar muy mal... Es tristisimo, pero es así...
ResponderEliminarUn abrazo, amiga
Ildefonso
EliminarPor si las moscas mejor pasarlo muy pero que muy bien y disfrutando a tope, y si llegan tiempos menos buenos al menos lo habremos vivido y no tener que arrepentirse de no haber sabido disfrutar.
Aprendamos a ser felices.
Como dice Kübler-Ross: Sí, he tenido una buena vida pero, ¿he sacado tiempo para vivir de verdad?. Hay muchas personas que han existido, pero que realmente nunca vivieron. Vivamos de verdad
Un abrazo
Un relato muy bello y sentido. Predominan la tristeza y la emoción, pero hay mucho positivismo en la historia.
ResponderEliminarMuy bien logrado, Conxita. Lográs transmitir muy bien los sentimientos de los personajes.
Saludos.
Muchas gracias Raúl.
EliminarTengo que reconocer que sí es una historia triste porque cuando alguien a quién quieres se va, duele aunque si esta persona ha dejado tanto amor como la protagonista y una vida plena, toca aceptarlo y seguir avanzando.
La Dra. Kübler- Ross decia que todos hemos de aprender a amar y a ser amados incondicionalmente, mis protagonistas han aprendido a hacerlo gracias a la persona que se va.
Muchas gracias por tus palabras Raúl, había mucha emoción en mis protagonistas, al menos así me lo transmitían y sí he conseguido hacerla sentir un poquito me siento satisfecha.
Feliz semana.
Saludos
Una situación tristemente habitual. La negación de lo inevitable y un amor por el/la que se va que quiere retenerlo/a toda costa sin pensar que quizá sea más justo dejarlos marchar y evitar su sufrimiento.
ResponderEliminarPrecisamente tengo en la cola de lectura una obra de esa psiquiatra que trata de lo que presuntamente "sienten" los que están al filo de la muerta y que se titula "sobe la muerte y los moribundos", un título un tanto macabro pero que describe hechos realmente sorprendentes.
Un gran relato muy bien narrado.
Es así, son contradicciones y negaciones que parecen inherentes al ser humano, no queremos que se vaya y no queremos que sufra y lo retenemos sin darnos cuenta que podemos provocar su sufrimiento.
EliminarLa lectura de Kübler-Ross a mi me impresionó, sobre todo porque su mensaje es muy positivo, ella aboga por vivir intensamente la vida, vivir de verdad aprendiendo lo que realmente es importante. Desde luego el título no es muy logrado aunque sus enseñanzas te hacen reflexionar sobre el valor de la vida y cómo quieres vivirla.
Muchas gracias por tus palabras.
Feliz semana
Pasé por ese proceso de ver partir y la enfermera nos decía, aunque no lo parezca, sienten y oyen, es difícil de explicar lo que sentía al intentar no manifestar mi desesperación ante la partida.
ResponderEliminarBesos.
Hola Alfred, es duro y cuesta estar preparado para perder a aquellos a los que queremos.
Eliminar¿Qué hay de cierto en si sienten y oyen? Hay personas que cuentan sus experiencias y lo que escuchaban y sentían en esos momentos, así que entiendo ese esfuerzo por no mostrar ante la persona enferma para no hacerla sufrir y lo duro que debió ser ese no mostrar el dolor.
Un beso y feliz semana.
Tu relato refleja muy bien cómo nos negamos a admitir que la persona tiene que marcharse, y parece que tiramos de ella hacia nosotros aunque ella quiere irse.
ResponderEliminarYo también lo he experimentado: la persona que va a morir espera a estar sola un instante, a que, efectivamente, los suyos suelten por un momento esa cuerda que tira de ella. Es muy triste y al mismo tiempo maravilloso.
Y como ha dicho Guille más arriba, a veces la muerte de una persona nos da vida a nosotros, en el sentido de que, una vez pasado el duelo, nos hace apreciar más la vida y querer vivirla mejor. A mí me parece la mejor herencia que pueden dejarnos.
Un abrazo.
Justo es eso Ángeles, tiramos de ellas, las retenemos con la fuerza del amor.
EliminarLo que tú cuentas es lo que yo había escuchado y me impresionó mucho por las sensaciones que pueden quedar en aquellos que han velado cada instante y en un descuido la persona se va y no es un descuido, es que no quiere hacer sufrir pero necesita irse. Copio tus palabras muy triste y al mismo tiempo maravilloso, la fuerza del amor incondicional.
Y sí, estoy contigo y con Guille en que la mejor herencia es vivir la vida de forma satisfactoria, que valga la pena vivirla, que no pasemos por la vida sino que la disfrutemos. Como decía esta psiquiatra la tragedia no es que la vida sea corta sino que a menudo solo tenemos una tardía percepción de lo que realmente importa.
Un beso y que pases una feliz semana, muy pero que muy fría (eso dicen)
Una preciosidad de relato Conxita. Has sido capaz de hacer aflorar sentimientos a la vez que una reflexión sobre el tema de los moribundos: ¿Hay que dejarlos marchar?¿Es egoísta el retenerlos con nosotros? Es cierto lo que dice alguno de los que comentaron anteriormente: Cuando alguien se nos va, lloramos más por nuestra pérdida que por su ausencia.
ResponderEliminarEs curioso el comprobar como en otras culturas, la muerte es sinónimo de alegría, pues la marcha de un ser querido que ha logrado liberarse de la carcasa corporal es motivo de celebración. Nos alegramos por su alegría y por tanto celebramos. Pero ese sentimiento en nuestra cultura religiosa, nos hace sentir culpables.
¡En fin! has desplegado con tu bonita historia, todo una abanico de emociones encontradas.
Lástima no tengas tiempo para dejarnos más regalos como este a menudo.
Besos
Hola Francisco
EliminarGracias por tus palabras, siempre tan generoso conmigo y con mis letras, muchísimas gracias.
En otras culturas y nosotros mismos, a veces tengo la sensación de que nuestros mayores sabían afrontar mucho mejor la muerte, estaban más preparados, ahora lo negamos hasta que es inevitable.
Sobre esa herencia religiosa, yo no lo acabo de entender porque si hacemos caso a las directrices religiosas el momento de morirse no tiene que dar miedo porque es el momento de encuentro con el creador. Desconozco si las personas que son muy religiosas tienen este mismo miedo.
He encontrado una cita de Kübler-Ross relacionada con esto: Todas las penurias que se sufren en la vida, todas las tribulaciones y pesadillas, todas las cosas que podríamos considerar castigos de Dios son en realidad regalos. Son la oportunidad para crecer que es la única finalidad de la vida.
Gracias amigo por tu apoyo siempre, soy muy afortunada.
Un beso y que tengas una muy feliz semana, imagino que por ahí aún tendréis mucho más frío que en el Mediterráneo, a abrigarse toca.
Ver partir a alguien querido es duro. Cuesta resignarse a que nunca más vas a ver y estar con esa persona. Por otro lado, pensar en que uno mismo se va definitivamente es dejar, como apuntaste tú muy bien, cosas sin terminar y proyectos inacabados. Es difícil aceptar la muerte. O no nos ha educado para ello o nuestra conciencia viva no concibe que un día deje de tener actividad.
ResponderEliminarUn relato muy íntimo y sensible, Conxita, y muy difícil de hacer, porque la muerte en sí es un tema complicado de relatar.
Un abrazo.
Gracias Ángeles por tus palabras.
EliminarPerder a alguien a quien queremos es muy duro, sí y tanto que cuesta resignarse porque queremos seguir teniéndolo a nuestro lado.
Y uno mismo, en ese momento es cuando con frecuencia se pasa revista a la vida y ojalá no nos queden ni temas pendientes ni disfrute porque lo peor ha de ser darse cuenta que has pasado por la vida pero no has vivido, vivamos, aprovechando cada instante, disfrutando de los pequeños detalles y de aquellos a los que amamos que la comparten con nosotros.
Como le decía a Francisco creo que nuestra sociedad actual vive de espaldas a la muerte y cuando llega lo inevitable nos cuesta mucho más aceptarlo que a nuestros mayores.
Tienes razón que la muerte es un tema muy íntimo y delicado, lleno de emociones que no siempre tenemos bien resueltas y que asustan hasta de mentar, escribirlo hace sentir emociones muy intensas.
Un abrazo y feliz semana
Qué bien has reflejado todos los sentimientos, sobre todo ese rechazo a la pérdida, ese no querer que se vaya, aunque sea inevitable. Muy bonito e intenso relato.
ResponderEliminarBesotes!!
Muchas gracias Margari,
EliminarEs que duele perder a aquellos a los que amamos y las personas nos debatimos entre no querer que se vayan y no querer que sufran y a veces no nos damos cuenta y los estamos atando tal y como cuenta esta psiquiatra.
Sí, me salió un relato muy intenso y doloroso como todas esas emociones que no acabamos de entender, ¿no te parece?
Besos y feliz semana
Describes a la perfección una realidad que se vive a diario en los hospitales. Es difícil conformarse con la marcha de los seres a los que queremos y es dolorosa la espera de ese inevitable momento. Me ha gustado mucho el relato.
ResponderEliminarBesos
Hola Ámbar, muchas gracias por tus palabras.
EliminarEs una realidad inevitable, que aunque duela está y como tú dices es muy, pero que muy difícil conformarse con esa marcha de los que queremos y que sabemos no veremos más, aunque mientras se recuerde nadie se marcha del todo.
La espera como les pasa a los protagonistas es terrible, una contradicción y muy dolorosa, ¿dejarla partir y no verla más? ¿Retenerla y verla sufrir?
Lo importante es aprovechar las lecciones que nos deja la muerte, y es lo afortunados que somos por poder disfrutar de la vida.
Un beso y feliz semana
Hola Julio David
ResponderEliminarEstoy contigo en que es mucho mejor hacer las cosas cuando la otra persona está, como dice Kübler-Ross los asuntos inacabados tienen que ver con la vida, si me permites utilizando ahora tus palabras, no dejemos pasar esas preciosas oportunidades.
Por supuesto que tenemos esa parte egoísta llorando por uno mismo y también por esa parte egoísta aprendemos a sobrellevar el dolor y a seguir adelante con nuestra vida porque el mejor aprendizaje es saber que es un privilegio tenerla.
Saludos
Muy bien relatado ese trance tan difícil de dejar partir a un ser querido. Lo trataste con dulzura, suavemente. Y así partió ella cuando la cadena del afecto se abrió por un instante.
ResponderEliminarNo es fácil soltar, sin embargo es necesario, todo tiene su tiempo. Retenerla con los recuerdos, creo que es más doloroso, pero es algo que hacemos todos.
Un gran abrazo.
Hola Mirella
EliminarMuchas gracias por tus palabras, qué bonito lo describes con ese y así partió ella cuando la cadena del afecto se abrió por un instante, muy bonito, es así y fue algo que me impresionó cuando me lo contaron.
Me salió un relato muy triste porque todo lo relacionado con perder a los que queremos, produce dolor.
Besos
Impresionante relato, Coxita. Lo has descrito de una manera tan bella, que las lágrimas han asomado a mis ojos.
ResponderEliminarDuro trance que produce un desgarro interior muy grande. Lo he vivido en al muerte de mi madre. Muy emotivo.
Un beso.
Gracias Maripaz por esas hermosas palabras, siento haber provocado esas lagrimas porque es cierto que es algo desgarrador perder a una persona que queremos y entiendo ese desgarro interior al perder a alguien tan valioso. Durísimo amiga.
EliminarLo importante como comentaban otros comentaristas es la lección de vida con la que nos hemos de quedar, ese vivir intensamente la vida, valorando lo qué realmente importa y aquellos que son importantes, nos aportan y nos quieren, no pasar por la vida de puntillas valorando aquello que no nos llevaremos.
Un beso enorme
Me ha emocionado mucho tu relato. Perdí hace poco a mi madre y es muy duro saber que nunca la volverás a ver.
ResponderEliminarLa partida de un ser querido es muy doloroso.
Un fuerte abrazo.
Hola Amalia
EliminarEs como dices, la partida de alguien a quien quieres es muy pero que muy dolorosa, cuesta aceptarlo y mucho.
Lo siento mucho querida Amalia, imagino lo doloroso que ha sido pero estoy segura que siempre está contigo, mientras se recuerde nadie se marcha del todo.
Un beso enorme
Qué precioso relato, pero muy triste y duro. Yo soy de las que me resigno a la partida, sé que soy egoísta pero me resulta muy duro.
ResponderEliminarUn besito y lo has descrito de una manera maravillosa.
Gracias
EliminarEs durísimo, cuesta mucho resignarse a perder a quién se quiere, nunca se está preparado.
Comentaba con Francisco que nuestros mayores tenían mucho más asumida la muerte quizás porque convivían varias generaciones juntas, por la vida que habían tenido o porque se hablaba sin tabús de ella; ahora en una sociedad en la que se venera la eterna juventud, aún es mucho más complicado.
Un beso enorme
Precioso relato, Conxita. Camina al encuentro de la novela llena de amapolas que yo reseñé hace unos días, pero qué triste. Me ha resultado de una tristeza demoledora y en la situación en la que estoy yo ahora, que, con no ser grave, espero, me tiene muy sensible a ese tema, me ha llegado especialmente.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias Rosa,
EliminarSí, lo recordé leyendo tu reseña porque justo estaba con este relato, triste muy triste porque perder a los que queremos es muy triste.
Lo cierto es que tengo que disculparme porque me salió un relato muy triste.
Es cierto que cuando uno anda pachucho aún se es mucho más sensible a estos temas, no acabamos de valorar de verdad la salud hasta que nos encontramos mal, por mucho que lo decimos y es lo más importante.
Querida Rosa espero que todo vaya muy pero que muy bien y que en nada ya nos digas que estáis en casa, un beso enorme.
Ayss Conchita que mal cuerpo me has dejado. Me explico el relato es genial pero es muy duro la verdad que esta muy bien escrito porque he conseguido imaginármelo y me he metido totalmente en el papel me he quedado triste la verdad ;). Me ha parecido muy interesante lo que has explicado sobre la psiquiatra Elisabeth Kubler ni si quiera la conocía. Un besito guapa.
ResponderEliminarUiii Natalia cuánto lo siento, me quedó un relato tristísimo, muy triste. Mis disculpas por dejar esas sensaciones, aunque lo entiendo porque a mi me pasaba, era como si mis protas contagiaran esa tristeza inmensa.
EliminarPero me voy a quedar con todo aquello positivo que han dicho los amigos que me visitan, que la marcha de alguien querido nos ha de hacer valorar aún más lo importante que es disfrutar de nuestra vida, cada momento y olvidarnos de esas quimeras en las que se pierden tantas energías y concentrarnos en lo bello que tenemos a nuestro alrededor.
Elisabeth Kübler-Ross era especialista en ayudar a las familias en estos trances tan duros.
Un beso enorme y mil disculpas.
Me gusta mucho la piscología como mera aficionada así que investigaré sobre Elisabeth Kübler jeje. No te preocupes por las sensaciones en el fondo es muy significativo para bien que tu relato transmita tanto ;) yo es que soy flojilla para estas cosas jejeje. Enhorabuena guapa.
EliminarNatalia me tranquilizas aunque es cierto que sí he conseguido transmitir emoción, las sensaciones que tenía mientras lo escribía eso es bueno.
EliminarGracias por decírmelo.
Un beso guapa
¡Qué duro! Me ha gustado mucho este relato, pero admito que me ha dejado un sabor agridulce. Yo siempre me he preguntado como sería en esas situaciones, si sería capaz de ser feliz hasta el final. Veremos, pero lo veremos dentro de muchos años, que yo quiero vivir (con salud) no menos de 120 años ^^
ResponderEliminarHola Holden
EliminarYo no me pregunto, conforme pasan los años pongo más empeño en disfrutar de cada minuto y que las sonrisas no pasen de largo de mi vida.
¡¡¡Por supuesto que espero esos por lo menos 120 con salud!!!
Me salió un relato muy triste, es cierto.
Un beso
Un acercamiento con mucha sensibilidad a un tema trágico, como son los últimos momentos en la vida de alguien. En cualquier caso, no deja de transmitirme cierta serenidad esa abuela primavera que se va acompañada de los suyos, aunque espere a quedarse sola para expirar. Nada mejor que pensar en la muerte para estimar la vida y quitarle hierro a aquellas banalidades que nos impiden disfrutarla.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias Gerardo
EliminarEstoy contigo que lo que importa es estimar la vida y ser hábil para valorar lo que realmente importa, a veces dedicamos esfuerzos sobrehumanos a ganar mucho dinero, prestigio, posesiones, poder, solo trabajar para ser el mejor y descuidamos el tiempo que se pasa con la pareja, con los hijos, con los amigos y ese tiempo no se recupera, son esos asuntos pendientes, inacabados de los que habla Kübler Ross.
Yo creo como tú que la abuela primavera tenía sus prioridades muy claras y sus asuntos en orden.
Un abrazo
El duelo de la pérdida, me parece muy bien reflejado.un salufo
ResponderEliminarMuchas gracias Carmen por tu visita al blog y por tu comentario.
EliminarKübler Ross habla de cinco etapas del duelo: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. No se siguen en un orden establecido pero al final se acaba comprendiendo que aunque duele es posible convivir con la pérdida y continuar con la realidad en la que esa persona no estará, al tiempo que como decían otros compañeros aprendemos a valorar cada minuto de nuestra vida.
Si te apetece, me encantará saber tu opinión de otros relatos que están en el blog.
Un saludo y hasta pronto
Claro que sí en cuanto pueda
EliminarPerfecto Carmen me encantará saber tu opinión.
EliminarSaluditos
Me has hecho recordar la muerte de mi madre.
ResponderEliminarMe he emocionado.
Jo... es como si hubiera vuelto a ocurrir.
Lo has escrito muy bien.
Besos.
Oh Xavi es que esas pérdidas son tan duras.
EliminarA mi es que me impresionó mucho esa contradicción de no querer que la persona sufra pero tampoco dejarla marchar y esas "argucias" que las personas queridas tienen que utilizar para no dañar más a los que quieren.
Me quedo con ese pensar que todo lo bueno que te dieron siempre está con uno, se aprende a convivir con la perdida aunque duele y mucho.
Gracias por tus palabras tan sinceras.
Un beso
Me gustaría compartir una frase que se atribuye a Ch. Dickens
ResponderEliminarReflexiona sobre tus bendiciones presentes, de las cuales posees muchas; no sobre tus penas pasadas, de las cuales, todos tienen algunas.
Centrémonos en lo bueno que tenemos.
Es cierto que nos cueste dejar marchar a los seres queridos, supongo que porque nos cuesta aceptar que la muerte es parte del proceso de la vida y sigue siendo un tema complicado de tratar.
ResponderEliminarEl relato te ha quedado precioso y muy sentido.
Besos
Muchas gracias Lorena por tus palabras.
EliminarEs un tema muy complicado porque nuestra sociedad no está nada acostumbrada a lidiar con la muerte, sobre todo la de aquellos a los que queremos. Cuesta mucho aceptarla, muchísimo, tanto que incluso cuesta ponerla por escrito porque duele.
Un beso enorme
Este es un relato triste, contrastando con el que vengo de leerte sobre la noche de reyes. No obstante es un relato que emociona, pues describe la muerte de un ser querido de un modo muy vívido y cercano, a la vez que un poso de tristeza impregna todas sus líneas. La muerte es algo por lo que todos tenemos que pasar, pero más terrible que la propia muerte es la muerte de un ser querido. Un abrazo.
ResponderEliminarUiii sí Jorge, este relato me salió muy triste porque habla de pérdidas de aquellos a los que se aman.
EliminarGracias por tus palabras describiendo la emoción que han generado mis letras porque así la he sentido al escribirla.
Estoy contigo que todos tenemos que pasar por ella, pero como decia Holden con salud cuanto más lejos mejor y estoy de acuerdo con él y ni mucho menos pensar en la de aquellos a los que queremos.
Creo que la reflexión que trae aparejada es la de disfrutar de lo importante que hay en nuestra vida, de esas pequeñas cosas que nos hacen felices y disfrutar al máximo de aquellos a los que queremos.
Un abrazo
Conxita me has dejado con el corazón en un puño, por la delicadeza pero al mismo tiempo con la sinceridad que has tratado un tema tan duro: aceptar la marcha de un ser querido.
ResponderEliminarNo sabía lo que cuentas después de esa psiquiatra, y me ha venido a la mente que una hermana de mi padre, tras una larga enfermedad murió minutos después de estar mi padre cuidándola y al levantarse de la silla después de vigilarla toda una noche completa. Qué cosas.
A veces la primavera nos sorprende con temperaturas gélidas.
Aunque es triste me ha gustado mucho este relato.
Un beso grande.
Hola Kirke
EliminarEs un tema duro al menos para mi lo sigue siendo, esa pérdida de aquellos a los que se aman, creo que nunca se está preparado.
Gracias por tus palabras sobre el manejo de esas emociones que están en el relato, porque al escribirlo así las sentía.
Lo que comentas de la hermana de tu padre parece ser muy habitual. De hecho es lo que a mi me impresionó y que explicaba justo Kübler Ross porque era mucho más frecuente de lo que uno se pensaba y dejaba a las familias con una sensación extraña, casi como de culpa. Ella argumentaba que era la única manera que tenía la persona enferma de poder marcharse. Inexplicable pero a mi me impresionó.
Un beso enorme guapa
Conxita:
ResponderEliminarEsas amapolas que son hermosoas contrastan con el relato que es, en si mismo, la suma de las sensaciones opuestas...así se mueve el mundo!
Te dejo un abrazo desde Suecia ahora oscura y con Venus brillando al lado de Marte, en el alto cielo.
Hola Gustavo con lo que tenemos que quedarnos es con todas esas hermosas sensaciones que la protagonista aportó a los suyos, todo el amor que repartió y que nunca se olvida.
EliminarLas amapolas, flores delicadas y silvestres que aman la libertad.
Un abrazo desde una gélida tarde mediterránea, estamos con un tiempo muy pero que muy frío, no sé yo cómo se resiste en Suecia.
Bonito ese Venus brillando al lado de Marte en el cielo.
Impresionante tu relato, Conxita. Me ha captado completamente. El amor y el deseo de parar lo imparable; la dureza de reconocer por parte de Sergio, el hijo, que su madre se va y al final que su padre tampoco está muy lejos de hacerlo. Duro, duro..., pero también muy real.
ResponderEliminarMe has conmovido, Conxita. ¡¡Bufff!!
Un beso
Gracias Juan Carlos por tus palabras, te agradezco enormemente que me lo digas.
EliminarCuesta reconocer lo que está pasando cuando no se quiere que pase, cuesta aceptar lo inevitable de la muerte y lo definitivo que es, cuesta mucho aceptarlo.
Nuestra sociedad no está acostumbrada a la muerte, vivimos de espalda a ella, nos creemos que siempre seremos jóvenes y luchamos a contrarreloj para conseguir ser jóvenes, para permanecer.
Lo importante es saber que el breve tiempo que tenemos lo hemos aprovechado para ser felices, que no dejaremos temas por concluir y dedicarnos a aquello que realmente es importante.
Un beso con frío polar (por lo menos)
Hace años que me regalaron (dado mi pavor a la muerte) el libro "La muerte: un amanecer" de esta autora. Pero no lo he leído, aún...
ResponderEliminarAy, Conxita, que me has emocionado mucho. Qué relato tan crudo y hermoso a la vez, donde esa familia, con sus capas de amor (qué bonito lo has dicho) intentan retener ese cuerpo con un hilo de vida.
Deben ser las casualidades de la vida pero estoy padeciendo actualmente la experiencia con una compañera de trabajo y, además, amiga. Ahora mismo te lo cuento sin poder dejar de llorar, porque me sucede lo que cuenta Elisabeth Kübler-Ross: la quiero retener pero a la vez sé que llegó su hora.
Me he leído todos los comentarios, intentando encontrar un consuelo en ellos y en tus siempre acertadas respuestas, y llego a la conclusión de que solo tenemos una vida que no se puede desperdiciar dejando asuntos pendientes tras nuestra marcha.
Un amigo, para animarme, me envió hace unos días un artículo que me encantó (es de un publicista), en el que decía: "Desde que naces se te va la vida. Nadie va a venir a buscarte. Nadie vendrá a sacarte de este letargo existencial al que llamas espera. Esperar para qué. Esperar hasta cuándo. O hasta quién. El mejor momento para hacer las cosas es ahora. No porque ahora sea mucho mejor que antes o después. Es porque es el único momento que realmente tienes. Lo demás es mentira .
Por lo demás, bellísimo lo de que a las amapolas no se les puede robar su libertad. Igual de imposible es mantenerlas en un jarro que atar a la vida a quien ya no está 'viviendo'.
Un beset molt fort, i gràcies, amiga.
Oh querida Chelo, qué durísima situación amiga, tu misma lo has dicho solo tenemos una vida que no se puede desperdiciar dejando asuntos pendientes tras nuestra marcha, esa es la lección más importante que para mi se extrae de las enseñanzas de esta psiquiatra.
EliminarVive de tal forma que, al mirar hacia atrás, no lamentes haber desperdiciado la existencia. Vive de tal forma que no lamentes las cosas que has hecho ni desees haber actuado de otra manera. Vive con sinceridad y plenamente ¡vive, hasta morir!.
Tal y como comentaba nuestra sociedad tiene miedo de la muerte, tenemos miedo de la muerte, la queremos bien lejos de nosotros y de los que amamos, y aunque sabemos que está, da miedo.
Kübler Ross trata el tema de manera muy delicada, de hecho se dedicaba a ayudar a los familiares a hacer un buen duelo, sus enseñanzas me parecieron de sentido común, tan claras, porque ella acaba diciendo que vivamos esta vida, que la disfrutemos al máximo que Nuestro hoy depende de nuestro ayer y nuestro mañana depende de nuestro hoy. ¿Te has amado hoy? ¿Has admirado y agradecido a las flores, apreciado los pájaros y contemplado el mar, las montañas invadido por un sentimiento de reverencia y respeto? Es muy importante que hagáis lo que de verdad os importe... sólo así podréis bendecir la vida cuando la muerte esté cerca.
Esas son las cosas sobre las que debemos poner la atención.
Chelo me gusta mucho el fragmento que has compartido, destaco ese El mejor momento para hacer las cosas es ahora. No porque ahora sea mucho mejor que antes o después. Es porque es el único momento que realmente tienes. Lo demás es mentira.
Tu amiga tiene la suerte de tenerte cerca, de tenerte de amiga, ella seguro que lo sabe y tú también, es bueno tener grandes amigas aunque la echarás mucho de menos pero no todos pueden decir que han tenido lo que vosotras habéis tenido.
Un petonàs enorme preciosa i si em necessites em dius.
Millons de gràcies, Conxita.
EliminarCuida't. Un petonàs
EliminarTu relato me ha llegado al corazón, Conxita. Hace muy poco que he vivido la muerte de una persona cercana y me has hecho revivir experiencias muy duras y muy bonitas a la vez. Un beso
ResponderEliminarHola Ana,
Eliminar!Cómo duelen las pérdidas! Esas contradicciones, reflexiones, recuerdos y mucho amor o estima compartidos y de repente, se trata de acostumbrarse a que aquella persona no estará, que el mundo sigue igual, indiferente a esa perdida y parece tan injusto pero es la vida que sigue avanzando.
Gracias por pasarte a leerlo.
Un beso enorme
Emocionante y reflexiva, Conxita. Efectivamente, muchos de esos "amores" tienen componentes de egoísmo. Miramos nuestras necesidades y no las de la persona que está en el lecho y, tal vez, desee vivir su destino.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias Ignacio.
EliminarEs tal y como dices somos egoístas y a veces detrás de amores apasionados se olvida al que más sufre, es cuando toca anteponer las necesidades del que necesita marcharse por mucho que nos duela, pero cuesta, mucho, el ser humano es contradictorio.
Un saludo
Muy triste el relato, muy duro y crudo... me quedo siguiendo tu blog, yo también tengo uno por lo que te invito a el, besotes,nos leemos.
ResponderEliminarhttp://estoyentrepaginas.blogspot.com.es/
Hola Cristina
EliminarMuchas gracias por tu comentario y por quedarte en el blog, bienvenida y por supuesto pasaré a visitarte.
Es cierto que Amapolas es un relato triste porque habla de pérdidas pero quiero creer que tambien deja abierta la puerta a valorar intensamente ese bien tan preciado que es el amor de aquellos a los que quieres y te quieren y a disfrutar de la vida, cada día, cada minuto, cada segundo... intensamente.
Me gustará saber tu opinión de otros relatos del blog.
Un saludo y feliz semana
Un precioso relato bellamente narrado y que a los que hemos perdido a alguien de alguna manera nos toca un poco el corazón, al menos a mí.
ResponderEliminarQué decirte, alguien que dio tanto amor de manera gratuita solo puede ir a un campo de amapolas, o a un cielo lleno de estrellas y los que nos quedamos aquí y recibimos ese cariño lo sabemos.
Un beso enorme y mis felicitaciones.
Gracias Mariola.
EliminarPerder a personas que queremos aunque no se quisiera nunca, pasa. Lo importante es ser conscientes de lo breve que es la vida y agradecer lo que se tiene y a los que nos quieren y a los que se quiere, eso es lo único importante.
Y sí, como tú dices alguien que ha repartido tanto amor entre los suyos, seguro que está en ese campo de amapolas eterno o en un precioso cielo estrellado mirando a los suyos con el mismo amor. Mientras se recuerda nadie se marcha del todo.
Un beso enorme y muchas gracias por tus preciosas palabras.
Se me había pasado este relato, Conxita. Es precioso. Impresionante.
ResponderEliminarBesos.
Faltaría más Macondo, somos muchos, gracias por tus bonitas palabras.
EliminarMe alegra que te haya gustado a pesar de la tristeza que desprende pero a mi me gusta quedarme con lo bueno, todo el amor recibido y disfrutado con esas personas, eso jamás te lo pueden quitar.
Un abrazo
No cabría pensar que el tema de la muerte, o simple partida de este mundo o plano de existencia, no siempre, casi nunca, se toma en su justa medida. Porque ha de haber una justa medida para algo tan trascendental...
ResponderEliminar¿Y en qué lado está esa justa medida? ¿En el de los que se van o en el de los que nos quedamos? Porque la diferencia es sustancial.
Hay mucha gente que tiende a pensar que el ser querido que se va piensa como él... En términos de pérdida, duro, tristeza, etc. Y podría no ser así!
Podría ser que la persona que se va sepa que se va, quiera o necesite irse, y su escala de valores, llegado ese punto, sea diferente, ya, a la nuestra.
¿No os habéis parado a pensar en ello? Leyendo los comentarios que habéis compartido podría pensarse que no mucho...
Comprendo y respeto profundamente todas las expresiones vertidas en ellos. Los sentimientos que las han provocado, las angustias vividas, el dolor enfrentado... Pero todo ello pertenece a quien se queda, y...
¿Dónde está la persona que se va. Dónde sus necesidades, que ya no son las de este mundo? ¿Dónde sus miedos, su falta de consuelo y guía en momentos tan importantes? ¿Dónde ese espacio de paz y serenidad necesario para él y su enfrentamiento a algo tan fundamental, y desconocido, como la llamada muerte?
Cierto que nos han enseñado lo que nos han enseñado sobre ello. Y cierto que nuestros comportamientos ante ella son los que son pero... ¿Vamos a hacer algo para entenderla mejor? ¿Algo para entenderles mejor si es que tuviésemos que vivir otra experiencia de ver partir a un ser querido? ¿Vamos a hacer algo… más?
Sobre la doctora Elisabeth Kubler-Ross y sus experiencias con tantos relatadas en su libro: "La muerte: un amanecer", sólo decir que en el propio título está contenido todo.
La muerte: ¡un amanecer!
Un abrazo, Conxita.
Gracias Ernesto por tu interesante aportación, me ha gustado ese mirar desde el otro lado, desde el punto de vista del que se va, olvidarse de uno mismo y centrarse en hacer que el otro haga aquello que necesite.
EliminarLas personas con demasiada frecuencia nos centramos en mirar nuestro propio ombligo incluso en esas situaciones en las que tendríamos que estar concentrados en la otra persona, transmitiendo amor y respeto.
Muy cierta esa visión desde la generosidad y la empatía por el otro. Tal y como comentaba creo que la muerte es ahora más desconocida que antes, se vive de espaldas a ella y nos asusta y es tal y como tú dices ¿hacemos algo para entenderla mejor? La lectura de Kübler-Ross, sus enseñanzas son un soplo de esperanza por su manera de tratar la muerte, a los moribundos y a las personas que se quedan.
Muchísimas gracias por compartir aquí tu interesante opinión.
Un abrazo
Un relato impecable en el que has puesto una carga emocional enorme, la cual se trasmite plena al lector. Creo que ha sido muy acertado de tu parte acercar la vista hacia esas cosas simples, en este caso las flores, que forman parte de los recuerdos que se hacen presentes en el corazón de Manuel, cuando intuye que María está por partir. Esos regalos mínimos, ahora adquieren enorme valor, entre tantas cosas "importantes" de la vida, porque son los que se conservan nítidos en su memoria, inmaculados, y por eso afloran en este momento límite.
ResponderEliminarSe siente, al leer por detrás de las palabras, que María y Manuel han vivido la vida con intensidad y con amor, lo cual garantiza que él no sienta culpa, solo una inmensa tristeza.
Nos muestras con claridad el dolor de Sergio que lo sumerge en su desconsuelo, y cómo, él y su padre sobre todo, sufren por la enorme necesidad de retener a María.
El comienzo de la historia es magnífico y el cierre aún más, porque haces que Manuel se desplome al mismo tiempo que María se va.
Has realizado un trabajo espléndido, Conxita, has bordado esta historia de vida con tus mejores letras. Me has conmovido con este magnífico relato.
Te mando un gran saludo.
Ariel
Muchas gracias Ariel por esas palabras que dedicas a mi relato, te las agradezco de corazón.
EliminarEs cierto que es un relato con mucha emoción porque así lo sentía y en él estaba el dolor egoísta por la pérdida de un ser querido.
Hace muchos años cuando conocí las enseñanzas de esta gran psiquiatra me emocionaron, me di cuenta y lo sigo viendo que nos preparan muy poco para la muerte y solo, como decía Ernesto un poco más arriba solo nos preocupamos de los sentimientos de los que nos quedamos y en esos momentos se tendría que pensar mucho más en quién se va.
En el relato, hay mucho amor y eso es la herencia que ella deja, Manuel como bien dices no siente culpa, sí mucha tristeza pero todos saben que ella ha tenido una buena vida y eso consuela un poco.
Gracias por tu acertado análisis y por tus palabras.
Un abrazo
Qué bello relato de vida en la muerte. Me has conmovido, Conxita. Narrado con una delicadeza, una maestría absoluta, como requiere el momento que tú nos recreas. Y qué filosofía más acertada. El mayor miedo del hombre es cómo afrontar la muerte, y pensando en ello, dejamos de atender la vida. Tantas y tantas cosas nos ocupan, que dejamos que las amapolas se marchiten en el jarrón de nuestra casa, en lugar de correr por el campo aspirando su aroma. Yo, personalmente, siempre he creído que lo más importante de la vida, es aquello que compartimos.
ResponderEliminarY qué curioso lo que cuentas (ya lo había oído otras veces), de esa manera de irse, aprovechando el pequeño descuido de quien los quiere. Es como esa madre que, por la noche, sujeta la mano de su hijo y le canta una canción de cuna para que se quede dormido y, en el momento justo en que éste relaja la presión de la mano, aprovecha para soltarla e irse a dormir, como no queriendo perturbar ni un segundo, el sueño de su pequeño.
Hermoso y genialmente narrado, compañera. Me ha encantado
Besos
Isidoro muchas gracias por esas bonitas palabras.
EliminarEs tal y como tú lo dices uno de los grandes miedos es esa muerte y a veces se pasa la vida sin darse cuenta de qué cosas son importantes, uno se pregunta si todo aquello a lo que se dedica tanto tiempo se queda aquí, no lo acompaña en los últimos momentos para qué dejarse la vida persiguiendo fama, dinero, poder y dejando de lado a las personas que importan, esas que nos sonríen, que nos escuchan, que nos cogen de la mano, comparten buenos momentos, que nos quieren...
¿Cuándo se aprende a valorar lo que de verdad importa? Hay algunos que nunca lo hacen y como decía Kübler-Ross cuando llega su momento tienen muchos, demasiados pendientes y entonces ya es tarde.
Estoy contigo lo importante de la vida es lo que compartimos.
Muchas gracias de nuevo por tu amabilidad conmigo, gracias compañero de letras.
Un beso
Estando mi padre en coma, yo, sentado a su lado, le hablaba, y con mi mano izquierda le sujetaba la suya, mientras con la otra se la acariciaba, así estuvimos varias horas....
ResponderEliminarPerdón no puedo seguir
volveré.
Oh querido Manuel es bonito ese acompañamiento que le hiciste a tu padre en sus últimos momentos, doloroso pero muy bonito ese irse acompañado del amor de su hijo.
EliminarHabla mucho y bien de ti esa emoción y esos dulces sentimientos.
Un relato hermosísimo pese a centrarse en la muerte de una persona amada por su familia. Saber vivir y saber morir como algo natural, algo que no siempre es fácil.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Muchas gracias U-topia por tus palabras.
EliminarLa pérdida de alguien querido es dolorosa porque lo queremos a nuestro lado y nunca estamos preparados para perderlos, como dices aunque vivir y morir son algo natural y que todos lo hacemos, no estamos acostumbrados a tratar con la muerte ni siquiera con la vida.
Para mi el amor que desprende la protagonista es el mejor regalo que ha dejado a los suyos, ese amor que les ha dado a lo largo de su vida y que la acompaña en el momento de su partida.
Abrazos
Discúlpame, es que ha sido reciente y todavía estoy muy afectado. Te termino de contar: Una monja que pasaba de vez en cuando por las habitaciones, dando ánimo a enfermos y familiares, llegó en ese momento y puso su mano sobre las nuestras, retiró muy suavemente las mías, de la de mi padre, y me dijo con mucha dulzura "déjale partir"....no habían pasado veinte segundo, saltaron las alarmas de los monitores, y mi padre se fue para siempre. Me cogió a mi solo de la familia, ya que mis hermanos se habían llevado a mi madre a que comiera algo, ya que llevaba dos días sin probar bocado. No le quiero amargar el día a ustedes, pero el parecido que tiene tu relato con lo sucedido, es enorme. Estoy esperando el momento de que mi madre se encuentre mejor para contárselo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
No es necesaria ninguna disculpa Manuel, la emoción por la pérdida está y no es necesaria disculparla, estamos vivos y sentimos intensamente y eso es lo que la pérdida nos recuerda, que tenemos una vida que se tiene que disfrutar. Todo requiere su tiempo y su proceso de aceptación, siempre estará con vosotros y se ha ido sabiéndose tan querido, eso es lo bonito.
EliminarMe emociona leer tu historia, tal y como he comentado este relato surge de esa reflexión de Kübler-Ross sobre esas personas que están veladas a todas horas por sus famílias, que no los dejamos partir y ellos no quieren que se sufra, pero los estamos reteniendo con nuestro amor, que es cierto que es egoísta y contradictorio porque no se quiere que sufra pero no se los deja marchar,
Muy sensible ese detalle de la monja, entendiendo a tu padre que necesitaba marcharse y a vosotros, muy emotivo.
Para nada que compartas tu experiencia amarga nada, al contrario quiero agradecerte de corazón, la confianza que pones en el blog y en mi al compartir esta dura y preciosa experiencia, me ha gustado saberlo. Muchísimas gracias por tu generosidad.
Un abrazo enorme para ti, para tu madre y para los tuyos en estos momentos.
Nacemos y no nos preparan para morir, son momentos que cuando un enferma o es mayor por edad se tiene que ir. Cuando llega ese momento sus familias no quieren que se vaya. Pero hay que dejar partir cuando llega el momento. Por eso en la vida se tiene que regalar esas flores y dedicarle todo el momento que ellos requieran. No sabes que triste es que partan para otro mundo solos. Yo trabajo con ancianos y se mueren muy pocos acompañados, casi todos mueren solos. Yo cuando me percato cuando estoy trabajando de que es el momento de su partido suelo quedarme a acompañarlos si no tienen a algún familiar junto a ellos. Me siento triste cuando me dicen fulanito se ha muerto, ¿siempre pregunto estaba acompañado?. De todas formas cuando se es mayor y viven en una residencia hay muchos que no tienen visitas y otros no los dejan solos nunca. Hay de todo. Has escrito un bellos relato y muy bien escrito. Un abrazo
ResponderEliminarEs cierto y tú lo experimentas con mucha frecuencia María del Carmen trabajado con personas mayores a las que les ha llegado su momento o están enfermas y sí, tienes razón que en la vida es cuando se tiene que dar todo, todas esas flores se tienen que regalar mientras los que las reciben las agradecen y disfrutan.
EliminarEs triste eso que cuentas, esos ancianos solos, es injusto, aunque la vida actual hace que no se tenga tiempo de nada eso ni significa que se deba olvidar a aquellos que lo han hecho todo por nosotros y es muy triste que se mueran solos, menos mal que hay personas como tú que los acompañan e incluso en esos últimos momentos cuando mueren no lo hacen en soledad, una gran muestra de bondad y humanidad por tu parte. Precioso, seguro que lo agradecen mucho.
Gracias por tus palabras.
Un abrazo
He leído casi sin pestañear tu relato y también todos los comentarios,... y creo que se nota cuando una persona ha pasado por ese trance,... yo solo puedo decirte que lo escrito verdaderamente hermoso.
ResponderEliminarMuchas gracias El baile del Norte por acercarte hasta este blog y dedicar un poquito de tu tiempo a leer el relato y los comentarios, te lo agradezco enormemente.
EliminarLo mejor de los blogs es poder comentar con las personas que os pasáis a leer los relatos y saber vuestras opiniones y experiencias.
La vida y la muerte son algo natural, algo que nos iguala a todos. Desde luego, la muerte no hace diferencias, no importa ni nuestro color de piel, ni nuestro estatus social, ni nuestra religión ni nuestras preferencias, nada de nada, la muerte nos igual a todos.
Me alegra que te haya parecido hermoso, gracias por decírmelo.
Un saludo y si te apetece me encantara recibirte de nuevo en el blog y leer tus comentarios.
Hola Conxita.
ResponderEliminarUn relato muy auténtico, hasta el punto de leer algún comentarista que ha padecido tal experiencia y confirmarte lo certero de tu relato, excelente por tu parte.
Tu escrito me lleva a pensar en una cuestión, cuando muere un padre o una madre, lo hacen también parte de los recuerdos sobre ti, tu vida, tus ilusiones... que el padre o la madre guardaban en su corazón desde el día que viniste al mundo, tal vez un momento, un instante o una experiencia de tu vida que jamás supiste, ni sabrás de ella.
Un abrazo.
Muchas gracias Paco, tal y como comenté el relato me lo inspiran esas situaciones que en su día escuché a Kübler-Ross y la comprobación por experiencias que me han contado. Escribir se nutre de observar y escuchar mucho.
EliminarAlgunos de los amigos que me acompañan en Enredando con las letras han tenido la generosidad de compartir sus experiencias y ver que su experiencia no es fruto de la casualidad, que hay mucho que no entendemos en el ese proceso de despedida de los que amamos.
Tu reflexión me ha parecido espléndida, es tan cierta, cuando un ser querido muere se lleva una parte de nosotros desconocida, que igual solo ellos conocían.
Hace unos años recuerdo que una muy querida amiga perdió a su madre, su padre también ya había fallecido años antes y me impresionó su ahora me siento huérfana porque se te va una parte de tu vida y aunque sabemos que la vida y la muerte son algo por lo que todos pasamos, cuánto cuesta aceptarla sobre todo de nuestros seres queridos.
Un abrazo y feliz fin de semana
Dos cosas:
ResponderEliminarEl desgarro que supone la muerte de un ser querido que sabes sentenciado, el ahogo que produce el verle o verla irse... Eso sólo quien lo probó lo sabe.
Ojalá las muertes de todos los terminales pudiera ser así, sufriendo más los que se quedan que los que se van.
Un relato que emociona. Gracias,
Cierto Soros la palabra es esa desgarro, así de intenso y duro.
EliminarPienso que ahora estamos menos preparados para la muerte y en ese aspecto más egoísta a veces uno se olvida del enfermo, intentando retenerlo pensando en sí mismo y sí, estoy contigo, ojalá la muerte fuera mucho más amable para los moribundos que sufren tanto. Habla mucho y bien de ti ese generoso deseo que sufran más los que se queden que los que se van.
Gracias a ti por dedicar un tiempo a leerlo y comentar.