El perfume

Lo que codiciaba era la fragancia de ciertas personas: aquellas, extremadamente raras,
 que inspiran amor.

El perfume. Patrick Suskind

No tenía ninguna duda su libro iba a ser El perfume. No había conseguido leerlo la primera vez. Lo abandonó en los primeros capítulos. Más tarde embarazada de su hijo, recordó ese libro que a su madre tanto le gustaba. Entonces lo disfrutó. La veía con el bolígrafo en la mano subrayando las frases que más le gustaban. ¡Le encantaba hacer eso! Después hablaban durante horas sobre lo que le había sugerido o su significado.

No sentía ninguna admiración por Grenouille pero entendía la fascinación de muchos, incluida su madre, por ese libro y por las personas que inspiraban amor. ¿Cuándo uno se da cuenta de que lo ha tenido? Ella lo supo siempre aunque lo valoró tarde. Su madre la dejó demasiado pronto aunque ahora sabía que no había un momento adecuado para un adiós, sobre todo para esos adioses que se saben definitivos. La recordaba con su sonrisa de hada buena susurrándole que la recordara feliz porque así era como había vivido. Se lo prometió pero no pudo cumplirlo, había momentos en que se le encogía el corazón pensando en ella. ¡Sí, la echaba de menos y pasaban los años pero su falta no desaparecía!

Raquel abrió la cajita de madera blanca y un olor tenue de perfume y polvo se esparció por la habitación. Cogió las fotografías, era como si escuchara las risas de esos momentos congelados en el tiempo. Se le humedecieron los ojos. El frasco de perfume tenía un color amarillento que no recordaba. «¿Envejecían?» Pulverizó unas gotas en su muñeca y alguna cayó también en el libro. Un estremecimiento la recorrió ante ese olor tan conocido, como si ella estuviera allí, como si nunca se hubiera ido.

«¡Mamá!»

Sonrió recordando las noches de lectura. De forma alternativa cada vez una de ellas se encargaba de seleccionar el libro que después leerían en voz alta. 

Raquel volvió a abrir la cajita blanca. ¡Allí estaba, su carnet de buscadora de estrellas! Se le nublaron los ojos y secó una lagrimita que se empeñaba en caer. 

«Después de cada lectura, le tocaba a Raquel encargarse de escribir el título, el autor y darle una puntuación: de una a cinco estrellas. La puntuación no era algo baladí. Al principio era mamá la que le hacía fijarse en detalles que a ella le habían pasado desapercibidos, nunca tenía prisa ni para ella y para los libros. Con el tiempo ella aprendió y de aquella pasión hizo su profesión». 

Seguía sintiendo esa emoción indescriptible cuando una lectura le llegaba y se sabía ante un buen escritor. Se le aceleraba el pulso y era incapaz de despegar su vista de las letras. Era el inicio de una relación apasionante en la que, con su ayuda, los escritores mejorarían sus obras.

Acarició aquel primer carnet. La lista no dejó de crecer y aún hoy seguía anotando sus lecturas y la puntuación que les otorgaba.  Su mirada se dirigió a la estantería en la que se acumulaban cuadernos en los que apuntaba sus lecturas y opiniones.

La voz de su hijo Luis la volvió al presente, cerró la cajita y acabó de envolver el libro.

—Ya voy cariño.

Se escuchó un timbre.

—¡Hola! ¿Ya estáis listos?—La alegría en la voz de Rosa se apagó un poco al mirar a su nuera—¿Estás bien Raquel?—A su suegra no se le pasaba nada por alto, se acercó a ella y la abrazó—¡Ay mi niña! ¡Cómo le hubiera gustado a tu madre compartir esta tarde! ¡Ella está aquí contigo!—Raquel no pudo evitar emocionarse ante el cariño de la mujer. Se sentía afortunada al haber encontrado a la familia de Juan. Su pareja siempre le comentaba que su madre estaba hecha de una pasta especial y tenía toda la razón del mundo. ¡Qué gran mujer!

Luis se dirigió a la puerta, estaba cansado de esperarlas.

—Abuela, mamá… ¿Nos vamos?

Las dos mujeres sonrieron.

—¡Estos niños siempre corriendo!

Rosa era la que les había animado a participar en ese intercambio de libros. Cuando llegaron a la plaza no había mucha gente, los libros no interesaban mucho pero ellos estaban deseando dejar los que traían y recoger sus regalos.

—Abuela ¿Qué libro es?

Rosa sonrió, le mostró El ladrón de los recuerdos, abrió la primera página.

No es fácil aceptar lo que nos reserva el destino. Mi vida se ha convertido en es un montón de notas para no perderme en mi mente. Se acumulan a mi alrededor, de distintos colores, con cientos de cosas que no quiero olvidar. Cada uno de esos papeles me alertan que mis recuerdos desaparecen cada vez más aprisa. Tiemblo al pensar que puedo olvidar a mis dos amores, mis Alicias, mi hija y mi nieta.Hoy he rescatado un par de notas, una recordando el evento y otra con una frase muy especial: No te rindas.
¿Mañana? No sé si me acordaré.

Rosa sonrió con tristeza al pensar en la dedicatoria. Ella tampoco era de las que se rendía.

—¿Y el tuyo?—Su nieto se lo mostró— ¡Uy te va a gustar mucho Alicia en el país de las maravillas!

—¿No es de niñas?

—¡Qué va a ser de niñas! A ti que te gustan las matemáticas y los enigmas vas a encontrar unos cuantos. A mí me gustó mucho…

—Sí abuela pero tú eres una niña…

Las dos mujeres soltaron una carcajada.

—Léelo y luego nos explicas.

—¿Y el tuyo mamá?

Raquel abrió su libro Peines para una despeinada, no le sonaba ni el título ni el autor y era una autoedición. 

En la primera página una dedicatoria:

Quizás seas tú el lector que espero. Quizás seas tú quien tenga ese tiempo que deseo. Quizás se cumplan mis anhelos. Mi quizás está lleno de posibilidades y de ilusiones que no pierdo.
Quizás lo leas, quizás te guste, quizás me digas…quizás…
Este libro es un recopilatorio de los cuentos que he autopublicado. Durante años he dejado este mensaje con mis cuentos en cada habitación de hotel que visitaba, nunca había recibido ningún mensaje pero hace unos días por primera vez alguien me dijo que lo que escribí le había gustado, que no me rindiera y no voy a hacerlo. 

Ojalá te guste y ojalá me cuentes.

Tanto si te ha gustado como si no, por favor cuéntame qué te ha parecido. Mi correo electrónico es ilusionesdeescritor@gmail.com

Raquel sonrió, quizás sí que era ella su lectora. 

Serie Libros que importan

Fotografías de May de Creative Mindly

Si quieres leer la historia de Rosa puedes hacerlo aquí, El club de los poetas muertos

Si quieres leer la historia de Simón, el autor de Peines para una despeinada

Si quieres leer la historia de las Alicias puedes hacerlo aquí en Alicia en el país de las maravillas

Si quieres leer la historia de Malena, autora de la dedicatoria del libro de Rosa puedes hacerlo aquí en El ladrón de recuerdos