De aniversario

A finales de noviembre se cumple el segundo aniversario de Enredando con las letras, la aventura que inicié en el año 2014. Aún recuerdo las dudas en esos momentos sobre hacer público aquellos relatos que nacían de una imaginación inquieta y de esa pasión compartida por muchos de los que me habéis acompañado en este tiempo, leer y escribir. 

Ya han pasado dos años y sigo con la misma ilusión y aprendiendo cada día de compañer@s y amig@s que os acercáis a leerme y a darme vuestras opiniones, muchas gracias a todos por compartir vuestro tiempo conmigo.

Para celebrar este 2º aniversario, me he permitido recuperar algunos de mis primeros relatos y me gustaría compartirlos con vosotr@s. El primer relato Siempre hay salida es uno de los que me inspira más ternura quizás porque fue el primero que me decidí a compartir, he intentado dejarlo prácticamente igual que cuando lo publiqué, espero que sabréis disculpar los fallos que tiene.

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Siempre hay salida

Son las 14.30 de un día cualquiera, Clara está sentada en un asiento de un vagón de metro y a su alrededor, personas desconocidas que van y vienen, entran y salen. Y de repente, hay algo distinto, sus ojos intentan enfocar, apreciar qué es lo que la sorprende, resiguen el espacio más cercano del vagón y allí está, una pequeña cosa que se mueve, algo extraño que no toca.

La mira con insistencia intentando saber y entonces llega el reconocimiento, se trata de una pequeña mariposa blanca, muy pequeña, un diminuto ser asustado y descolocado, intentando entender un mundo que no le toca. «Qué hace allí?¿Cómo ha llegado a ese vagón?»

Mientras la mariposilla evoluciona de un lado a otro, en un pequeño perímetro tan diminuto como ella misma. Su aleteo, nervioso, quizás en busca de una salida que no encuentra. 

«Nadie la mira, nadie la ve, a nadie le importa». La mujer cierra sus ojos, intentando olvidar el vuelo inútil de la mariposa que se estrella una y otra vez contra la puerta cerrada. Mira a su alrededor, aquí y allá seres humanos, unos sentados, otros de pie, algunos leen un libro, un periódico pero la mayoría miran como hipnotizados sus móviles.

La mariposa blanca sigue su minúsculo recorrido por el vagón, su breve aleteo, sus pequeños impactos contra la puerta.

La chica mira de nuevo las caras indiferentes de esos compañeros ocasionales de viaje mientras piensa que la angustia de la mariposa es la de muchos de los ocupantes del vagón. Ahora se fija en algunos rostros contraídos, quizás por la preocupación, por la tristeza o por la desesperación… son tiempos difíciles y cuesta mantener viva la esperanza, la gente ya no se mira, no comparte como si así evitara las preocupaciones de los otros.

Clara observa otra vez sus caras, igual la melancolía se contagia, la desesperación se pega y la tristeza rara vez discrimina entre las personas.

A su lado, un hombre contempla obsesivamente su móvil como si esperara una respuesta a todas sus oraciones. Enfrente una pareja de ancianos, sus rostros llenos de arrugas hablan de la complicidad de muchos años de convivencia, más allá unos estudiantes con sus carpetas, van o vienen, mientras rompen el silencio con sus risas y sus voces juguetonas. La chica los observa mientras sonríe, su alegría y despreocupación es pegadiza, también se transmite.

Ahora la pequeña mariposa aletea furiosa, su cuerpecito golpea con feroz insistencia, parece haber encontrado una pequeña ranura por la que quizás intuye puede llegar la libertad.  El tren aminora la marcha entrando en la estación mientras se para al tiempo que exhala un suspiro ronco.

Clara se da cuenta de que nadie parece querer entrar ni salir por aquella puerta a la que se aferra la esperanza, ¡pobre mariposa!

De repente una mano, igual de pequeña, abre la puerta del vagón y la mariposa escapa. La chica se encuentra con los ojos de una niña que sonríe mientras el pequeño ser vuela lejos buscando la salida.

Clara lee el nombre de la estación y recuerda que allí cerca hay montaña y entonces también sonríe. Sus ojos se vuelven a encontrar con los de la chiquilla entrelazando la complicidad y la alegría.

La pequeña mariposa ha podido escapar porque siempre hay una salida.