Conducían más de 4000
cabezas por la Chushol Trail desde Texas hasta Kansas. Era una ruta fácil sin
grandes conflictos con los nativos, que les permitía trasladar más rápidamente
el ganado con el que abastecían de carne al país.
Su equipo estaba formado por 10
vaqueros que montaban turnos para cuidar de las reses las 24 horas del día.
Algunos de ellos eran nuevos, jóvenes y muy pendencieros, las continuas peleas
y chascarrillos sin gracia hacían que el ambiente estuviera enrarecido,
cualquier cosa podía prender las chispas.
Ese día, el calor era insufrible, los animales estaban cansados e irritables y eso dificultaba aún más su transporte.
Jesse dio un respingo.
— “Algo iba mal, le daba mala espina”.
A lo lejos, los bramidos y
los gritos de Luke y James que andaban a la gresca. Los animales eran muy
asustadizos. Voceó a sus vaqueros que estuvieran atentos y controlaran bien a
las reses.
Sin previo aviso todo se
descontroló. Un par de terneros se asustaron por culpa de un animal salvaje contagiando
su miedo al resto y ya no se pudo parar.
La nube espesa de polvo y patas empezó
a moverse a gran velocidad, los animales aterrados se atropellaban unos a otros
arrasando todo lo que encontraban a su paso.
Arreó al caballo que respondió
con furia, las gotas de sudor dejaban surcos en la cara del vaquero, en su
mirada, miedo. Lo azuzó aún más, necesitaban salir de su trayectoria antes de
que los engulleran. El polvo, los bramidos airados hacían que Caballo loco
volara quizás con ese instinto por salvar la vida, pero las vacas más rápidas
ya los alcanzaban, era cuestión de minutos que los engulleran.
Jesse pensó en sus hombres
aunque sabía que nada podían hacer más que salvar el pellejo. Sus manos
apretaban con fuerza las riendas aguantando casi la respiración. Aquello iba
mal, muy mal…
— ¡¡Manolo!!
El vaquero se limpió de un manotazo el sudor, el
polvo también entorpecía su visión, los ojos llorosos. Cada vez más vacas entre
chocaban y se cruzaban en su camino, Caballo loco hacía lo que podía para
esquivarlas y Jesse no sabía quién dirigía a quien. A lo lejos, los gritos y
exabruptos de compañeros con menos suerte.
Ya los tenían, igual sí que esa vez las malditas
vacas iban a poder con ellos…
— ¡¡¡Manolo…!!!
La voz lo
devolvió a la realidad, allí no había ganado ni polvo ni nada de nada, solo la
voz de María que gritaba enfadada.
— Tu nieto está llamando por el telefonillo, ábrele la puerta.
Manolo suspiró, con
pasos doloridos se dirigió a la puerta, la abrió esperando al chiquillo, que a
la carrera se lanzó en sus brazos.
— Abuelitooooo
El ímpetu del
niño casi lo derrumbó, se agachó con dificultad para levantarlo mientras
los besos húmedos del chiquillo le llenaban las mejillas y le alegraban el corazón.
Le susurró:
— Tengo algo para ti.- El niño lo miró expectante.— Saluda primero a la abuela.
El pequeño corrió
a besar a la mujer, mientras Manolo lo esperaba en su sillón con el sombrero de
cowboy que le tenía preparado junto a la última novelita de Marcial Lafuente.
El grito del chiquillo al verlo, lo hizo sonreír.
— Guau Abuelito, como mola…vamos, cuéntame una historia de vaqueros.
Manolo sonrió mientras
ambos se dispusieron a soñar con cowboys, indios, ranchos y praderas americanas.
Conxita
Este relato lo he escrito para el concurso de El círculo de escritores, ha sido mi particular homenaje a aquellos abuelitos que leían con pasión esas famosas novelitas de Marcial Lafuente Estefania que popularizó el género entre una generación que devoraba todo lo que escribía.
ResponderEliminarMe ha gustado investigar sobre este ingeniero industrial apasionado del western.
Espero que os guste.
Ayyyyy qué recuerdos me has traído con Marcial Lafuente. Si cierro los ojos veo perfectamente las novelitas. Un beso y me ha gustado mucho la historia.
ResponderEliminarEspero que los recuerdos haya sido gratos. Me alegra que te haya gustado.
EliminarYo también recuerdo haberlas visto y me ha parecido que habían alegrado muchos momentos a muchos lectores. Y eso, es una gran cosa.
Un beso y gracias por pasarte.
Me ha encantado ese ¡Manolo! en medio de la historia, estaba tan inmersa en la estampida que me descolocó totalmente. Muy bueno.
ResponderEliminarUn bonito homenaje a esas novelas cortas y a esos fabulosos contadores de historias y/o cuentos que son los abuelos.
Un abrazo
Gracias Kirke, esa era la idea conseguir estar en medio de la estampida. Bonitas palabras las tuyas, si quería dedicarlo a esos abuelitos que leían con pasión las novelas de Marcial Lafuente y reflejar lo importantes que son los abuelos con su paciencia y amor infinitos.
EliminarUn abrazo
Me ha gustado mucho tu relato Conxita, un buen giro final Un abrazo
ResponderEliminarGracias Mercedes, me alegra que te haya gustado el giro.
EliminarMe resultaba difícil explicar historias del oeste que yo me notara creíble explicándolas...y por eso me gustan estos retos porque me obligan a escribir de temas que no había pensado probarme y aprender.Y si encima consigo que os gusten, buff me motiva mucho.
Un saludo
Y otro elemento clásico del western, en esta ocasión la conducción del ganado, que puede ser una auténtica fuerza destructora cuando se descontrola. Me ha gustado que al final el abuelo estuviera preparado para transmitir a su nieto su pasión por las historias del oeste.
ResponderEliminar¡Un beso Conxita!
José Carlos, tienes razón es otro de los elementos clásico que aparecen en muchos westerns..No sé yo cuantas estampidas hemos visto en las películas. Esos animales corriendo alocados destrozando todo lo que encontraban, como siempre la fuerza de la naturaleza cuando se descontrola da miedo.
EliminarY justo quería que el abuelito transmitiera su pasión por la lectura aparte de su amor, al nieto.
Me alegra que te haya gustado.
Cómo me has despistado. Creía que estaba en medio de una historia del oeste y ese giro inesperado me ha dejado maravillada. Muy buena historia. Me gusta la complicidad del niño y su abuelo, de esas que por muchos años que pasen, no se olvidan. Un beso, Conxita
ResponderEliminarGracias Ana, me alegra que te haya producido esas sensaciones.
EliminarA mi también me gusta imaginar a ese abuelito y a ese nieto pasando las tardes con la seguridad que esos momentos no los olvidará jamás.
Un beso también para ti.
Que buen relato con giro inesperado al final. Yo si que recuerdo esas novelitas que se leían en la mili. lectura facilona y previsible pero a la vez adictiva.
ResponderEliminarMe ha gustado ese nieto cómplice y ese abuelo algo sordo y embebido en la lectura.
Un gusto leerte Conxita
besos
Gracias Francisco.
EliminarMe alegra ver que te ha gustado, ves en la mili no sabía que se leían.
Por lo que he estado "investigando" para escribir el relato, tal y como dices era una lectura fácil y bastante previsibles, pero el hombre estuvo trabajando en el Oeste americano y volvió enamorado de aquello, se agenció creo que era una guía telefónica americana o algo similar para poder ser realista en los nombres de los lugares y de los personajes y hacerlo todo más creíble. Bien por él.
A Marcial Lafuente se le tiene que reconocer ser un autor super prolifero y haber hecho leer a más de una generación. Eso que ahora es tan difícil, que la gente lea.
Y sí me encanta pensar en el abuelo y el nieto y en todo lo que recordarán siempre.
Gracias por tus amables palabras.
Un abrazo
Con la bella narración y el rico vocabulario al que nos tienes bien acostumbrados, nos relatas esta apasionante escena y nos devuelves a la realidad, con ganas de escuchar otra historia de vaqueros con la que disfrutar y soñar. Un lejano oeste servido con elegancia, pasión y giro inesperado. Me ha encantado.
ResponderEliminar¡Abrazo, Conxita! ;)
Gracias Edgar por tus palabras, me abruman.
EliminarMe alegra que este Oeste tan particular que tienen Manolo y su nieto te haya gustado.
Era con el que yo me sentía más cómoda, imaginándolos abrazaditos, el niño con su nuevo sombrero de vaquero y el abuelo leyendo y transmitiendo su pasión por esas novelas. Por lo que he leído, había una auténtica adicción por ellas.
Ojalá ese gusto por la lectura no se perdiera...es tan bonito soñar, imaginar, vivir mundos distintos y todo eso lo proporciona una buena lectura.
Un abrazo
Un relato de vaqueros al más puro estilo del salvaje oeste con un final dulce y muy español. Qué tierno, Conxita, casi puedo ver la imagen del abuelo y el nieto compartiendo ilusión e historias. Me ha encantado!! :)
ResponderEliminarUn abrazo y feliz comienzo de semana.
Gracias Julia, me alegro que te haya gustado y parecido tierno.
EliminarTernura es la que me provocan esos seres generosos que son los abuelos, siempre dispuestos a escuchar, a contar, a jugar con esos nietos, todo desde la más absoluta disposición y cariño.
Esos recuerdos que juntos construyen son una auténtica maravilla, siempre los llevarán en sus corazones.
Feliz semana para ti también.
Un abrazo
Conchita, que bonito relato!!!
ResponderEliminarBien contado , simpático y original. Suerte. Saludos
Muchas gracias Paola, me alegra que te haya gustado.
EliminarEra difícil hacer una escena que me resultara creíble a mi,
Las estampidas en esas manadas inmensas con aquellos esforzados vaqueros era algo que me resultaba muy curioso, me fascinaba lo repentino, la violencia que en un segundo se desencadenaba con los animales fuera de control y el poder de la naturaleza desatada que todo lo arrasa. Eso me hubiera gustado describir.
Gracias por tus buenos deseos.
Un abrazo
Estupendo Conxita, muy buen relato. Integras a la perfección un tema del mejor western clásico con la actualidad, recordándonos esas famosas novelitas que todos tenemos en mente (yo todavía recuerdo algunos de los títulos que mi padre atesoraba y que me llevaban a imaginar de chaval a aquellos "héroes de la pradera"). En cuanto al relato de la estampida, si, por lo que dices, no tienes costumbre de moverte en este género, he de decir que a la primera lo has hecho de perlas, pues aún me parece sentir el polvo que levantaban las reses y el sudor de los caballos
ResponderEliminarEnhorabuena
Un abrazo
Muchas gracias Isidoro por tus amables palabras.
EliminarEs mi primer "western" y me era difícil moverme con soltura en ese territorio inhóspito. Me alegra si me he acercado un poco y he conseguido que estuvieras por unos instantes viendo esa terrible estampida.
¡Cuantos recuerdos traen esas novelitas!
Un saludo
Es verdad que la cursiva avisa de que se está en territorio vaquero, pero no dejas de sorprenderte cuando lees el primer "¡Manolo!".
ResponderEliminarTe despiertas y llegas a la escena cotidiana.
Genial.
Gracias Ignacio por leerlo.
EliminarNo sabía si era correcto poner la cursiva o sería muy indicativo de que "algo se estaba cociendo", pero en general el primer Manolo desconcertaba, por tanto un poquito si que he conseguido que todos viviéramos la estampida y después, volver a la realidad tierna y cómplice del abuelo y del niño.
Un abrazo, me alegra que te haya gustado.
Muy bueno, me recordó las novelas de Marcial Lafuente que leía mi padre cuando yo era pequeña, las iba a cambiar a la tienda de la Sr. Maruja, una señora muy mayor que vendía de todo, en esas entrañables tiendas de pueblo.
ResponderEliminarGracias Gloria, yo creo que todos recordamos a alguien que las leía, esa y las películas de John Wayne eran la idea del Oeste.
EliminarCuando he buscado información para hacer el relato, me he enterado que era habitual cambiarlas en tiendecitas de barrio que tenían de todo.
Me pareció encantador y precioso porque hizo que gente que no leía lo hiciera.Chapeau por ese escritor.
Un abrazo
Excelente relato. Muy bien ambientado. Me ha gustado mucho el homenaje a aquellos autores que escribían sobre el Oeste. No solo Marcial Lafuente Estefanía, sino también entre otros José Mallorquí Figuerola, Francisco González Ledesma, Juan Gallardo Muñoz, Francisco Javier Miguel Gómez, Antonio Vera Ramírez, Eduardo de Guzmán, Javier Tomeo Estallo, Miguel María Astraín Bada, Pedro Guirao Hernández, y Alfred Revetllat Fosch.
ResponderEliminarGracias a ellos toda una generación se inició en la lectura.
Un abrazo.
Gracias Oscar por tus palabras y por tu información.
EliminarYo solo conocía "de oidas" a Marcial Lafuente Estefanía y de hecho para escribir el relato investigué un poco en este autor. Tu citas a una extensa colección de autores que desconocía y que como bien dices hicieron leer a una o varias generaciones. Bravo por ellos.
En estos tiempos que corren que es tan difícil que haya nuevos lectores, que bien lo hicieron.
Un abrazo.
Nos engañas tras crear una ambientación excelente y una escena tensa y frenética. Nos arrancas de todo ello a partir de un nombre que no encaja con toda esa temática americana, y nos trasladas a la realidad, al mismo tiempo que al personaje que lo imagina. Es entonces cuando descubrimos que se trata de un hombre mayor que espera a su nieto, a quien le encantan las historias del oeste y a quien el abuelo Manolo le lee estas de unas novelillas (¿eran novelillas o cómics? Soy muy joven; no las conozco, jeje). Muy bien llevada la historia, Conxita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Ricardo, tienes razón y quizás serían más cercanos a los cómics porque yo diría que había fotografías en blanco y negro, pero sí que era algo que muchas personas mayores como mi Manolo leían con verdadera pasión. Yo creo que no soy tan joven jajaja,
ResponderEliminarMe alegra que te haya parecido bien el "engaño". Sí, tenía que ser un nombre muy castizo para descolocar y parece que algo lo he conseguido, me alegro porque el abuelito y el nieto me parecían tan tiernos. Grandes esos abuelos.
Un abrazo
Tierno.
ResponderEliminarPor cierto, no sabía que te gustasen los relatos de Marcial Lafuente Estefanía.
Hola, bienvenido de nuevo José María,
EliminarYa sabes que soy una caja de sorpresas...bromas aparte, no he leído ninguno de sus libros, pero sí era una imagen que me venía de la infancia con muchos abuelitos con esas novelas con imágenes en blanco y negro. Eso y John Wayne cuando pienso en vaqueros.
Me pareció que era una manera de reconocer el mérito de ese ingeniero que se pasó al mundo de las letras, de los cowboys y que consiguió que mucha gente, que no leía, leyera.
Investigué un poco para escribir el relato y fue un fenómeno en su tiempo. Solo por eso y por la ilusión y las ganas de leer que consiguió en muchas personas me pareció que había hecho mucho por el hábito de la lectura.
Un abrazo
Como los niños son imitadores por naturaleza, nada mejor que hacer que te vean leyendo para que les entren ganas de leer.
ResponderEliminarEso si, algo adecuado a su edad.
Primero cuentos.
Luego historias que les enganchen, cuando llegan a esa edad que empiezan a elegir.
M.L.E cubría con ventaja ese espacio, era fácil y emocionante de leer.
Igual que a un poco mas de edad Agata Christie. O mi preferido Guillermo el proscrito, pirata, travieso...
No entraran en los anales de la literatura (básicamente por que no lo merecen) pero son una buena raíz para amantes de la lectura.
Los abuelos ahora lo tienen crudo con las consolas de juegos y las series de TV.
Gracias Guille por tu reflexión.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo, es importante que los niños lean, si puede ser algo adecuado para su edad pues mejor que mejor, pero que vean leer y que encuentren que leer les aporta algo.
Sobre todo lo que es importante para mi es ese momento en que están juntos, el abuelo y el niño, el padre o la madre y el niño y leen, explican cuentos y tienen esos momentos de intimidad que siempre se recuerdan.
Mi amor por la lectura se lo debo a mi madre, a aquellos cuentos que leíamos a la hora de ir a dormir y he intentado transmitirla también a mis hijos. Me encantaba ir con ellos a la biblioteca o a la librería y comprar aquellos libros que más les gustaban, saboreando ese rato que pasaríamos juntos leyéndolo.
Aún me sigue encantando descubrir y buscar lecturas para ellos en nuestra fiesta del libro en mayúscula, en Sant Jordi (23 de abril), encontrar un libro para cada uno de ellos y dedicárselo.
Ahora, es muy difícil para todos competir con las consolas y sobre todo con los móviles.
Un saludo y gracias por volver.