“¿No podíamos haber hablado de sexo o criticar a alguien?”
La joven caminaba rápida por la callejuela oscura agitando nerviosa las llaves en sus manos. El sonido de sus propios pasos la sobresaltaba, haciéndola mirar por encima de su hombro. No sabía si estaba más asustada que enfadada.
¡Por fin!
Con un suspiro desbloqueó su coche sintiéndose bien al ver las luces e intermitentes. Aún tensa, lo puso en marcha con rapidez asegurándose que los cierres están bajados. Una ojeada por el retrovisor, nada cerca de ella. Cambió de la radio al cd y la voz de su cantante favorito inundó el pequeño automóvil, subió el volumen mientras tarareaba una de las canciones y dejó rodar su coche lentamente. Intentó despejar su cabeza aún llena de ouijas, médiums y espíritus que se manifestaban, vivos enterrados en vida y muertos que resurgían de no se sabía dónde.
María sintió escalofríos al recordar las historias, siempre había sido asustadiza pero el tema de los muertos no lo llevaba nada bien.
Recordó con una sonrisa las palabras de su padre para hacerla vencer sus miedos.
“Hija, no has de temer nada de los muertos…son los vivos los que te han de preocupar”.
“Lo siento papá, sigo siendo una miedosa”.
No había conseguido superar ese terror irracional que le provocaba todo aquello que no conseguía comprender.
Dejó atrás las luces de la pequeña población cogiendo la carretera solitaria. Su voz cantaba más alto de lo que le gustaría pero no podía evitarlo, tenía miedo, sabía que era tonto pero no podía remediarlo.
“Solo será media hora, enseguida estaré en casita”.
Intentaba relajarse, pero no lo conseguía. La joven con sus veinte años recién cumplidos seguía sintiendo el mismo pavor que a los diez cuando jugaba en el pueblo al escondite cerca del cementerio, odiaba cuando lo proponían y más, porque se convertía en la cobarde con la que todos se metían.
Aumentó un poco más la velocidad deseosa por llegar, a las 4 de la mañana esa carretera no estaba nada transitada. Mientras cantaba la canción, sus dedos helados repiqueteaban el ritmo de la música. Con cada curva, más cerca de casa.
“Capullas”.
Con una sonrisa desmintió el insulto que dirigía a sus amigas, ambas conocían el terror que ella sentía por ese tema y a pesar de eso, habían insistido en ver una película y contar historias truculentas.
Sintió su presencia antes de verla y por extraño que fuera, en ese momento el miedo desapareció. Era una sensación que lo inundaba todo, extraña pero tranquilizadora, conducía sin atreverse a mirar a su lado. Una voz suave le recomendó que redujera la velocidad en la siguiente curva y que cogiera bien el volante. María no dudó ni un instante, apretó el freno al tiempo que reducía la marcha.
“Está lleno de aceite y escombros. Ha habido un accidente”.
Apenas un susurro, María intuía lo que decía, la música estaba muy alta pero no se atrevía a separar sus manos del volante, concentrada en conducir el coche. Echó una fugaz mirada a su acompañante, parecía una chica de su misma edad, rubia y muy pálida.
Enseguida, el coche zigzagueó al entrar en contacto con el pavimento oleoso, patinó pero su baja velocidad hizo que pudiera controlarlo, suspiró al ver el coche accidentado. Vidrios por doquier, trozos de parachoques. Dolor y miedo.
Sin su aviso, se habría estrellado contra el otro. Temblando, consciente del peligro evitado, María aparcó su coche en el arcén, dejó las luces encendidas y conectó las de emergencia. Esperaba que fuera suficiente para que otros los vieran. Una ojeada al precipicio la estremeció.
Mientras salía del coche marcó en su móvil el 112, transmitiendo la urgencia de lo ocurrido y la posición. Mientras se alejaba miró el vacío asiento del acompañante. Nadie. Lo había imaginado, pero juraría que antes de salir había oído un débil “gracias”… allí no había nada ni nadie, solo ese accidente en medio de la carretera.
María miró el interior del coche accidentado mientras seguía hablando por el móvil, dos personas. Intentó abrir las puertas.
— Sí, están atrapadas.
Volvió a probar, esta vez con mucha más fuerza. Hierros retorcidos. Dolor. Miedo.
— No, no puedo abrir.— Sí están heridas, hay sangre, mucha sangre.
Siguió forcejeando con las puertas aplastadas y hundidas mientras sujetaba el móvil entre el hombro y su oreja.
— No, no puedo abrir.
Gimió de impotencia.
— Lo intento.— No puedo.
Las lágrimas caían por sus mejillas.
— Les pregunto: ¿me oís?
Las dos chicas medio inconscientes, atrapadas entre hierros y airbags, no se mueven. Desesperada e incapaz, María sólo suplicaba.
— Por favor, por favor vengan ya…no se mueven.
Sollozaba de impotencia, dolor y rabia. Las puertas no cedían ni un milímetro, lo intentó con las traseras, sin suerte. Los cristales le lastimaban las manos. Frustrada, sin saber qué hacer. Aquellas dos chicas allí y ella ni tan solo era capaz de abrir las puertas. Entre lamentos intentaba tranquilizarlas.
— Chicas, ¿me oís? La ayuda está en camino.
María lloraba, ahora oía los gemidos de las chicas. Recordó que lleva una linterna en el bolso mientras se riñe por no haber descargado esa app de función linterna para el móvil. Volvió y casi sin aliento por la carrera, les habló.
— Ya vienen, ya vienen.
No podían tardar, aunque siente que hace horas que los ha llamado. Cuidadosa, las enfocó, se estremeció, su aspecto era terrible, parecían muy malheridas.
Siguió hablando.
—Yo no os voy a dejar, en un minuto están aquí para ayudaros.
Los gemidos de las chicas más dolorosos, asustados. María las enfocó con su linterna, esta vez pudo ver sus caras.
No se sorprendió al ver que la chica rubia y pálida era una de las dos ocupantes, y por fin, oyó las sirenas de la ambulancia y de la policía que se acercaban.
Suspiró y se relajó.
— Todo irá bien.Conxitafoto unsplash
Este relato me lo inspiró una de esas historias de miedo que se suelen contar aprovechando la oscuridad, con el calor de los amigos y los ratos relajados, son esas leyendas que aparecen en cualquier sitio y que todos lo han visto y nadie lo vio.
ResponderEliminarY el poder sobrenatural de todo aquello que no vemos, pero que quizás exista...¿Qué son los presentimientos? ¿y esas sensaciones difíciles de explicar, que te hacen, a veces afortunadamente cambiar de idea...? ¿Existen los presentimientos? ¿Existen las intuiciones? ¿Es nuestra mente la que lo crea?
Hay tanto desconocido y tanto por conocer...
Cuantas veces habremos oído la historia recurrente de la chica de la curva, pero tú le has dado ese toque especial lleno de esperanza, en esa parte desconocida e intuitiva que todos poseemos;.de ese presentimiento íntimo de que energías superiores nos rodean y nos previenen, esos "Ángeles de la guarda" que nos salvaguardan de tantas ocasiones de peligro.
ResponderEliminarLo desconocido es mucho y no siempre maligno como presuponemos. Son nuestros miedos los realmente peligrosos.
Me gustó tu relato.
Besos
Que bien lo has captado Francisco, justo eso es lo que quería contar con mi historia.
EliminarEsos fragmentos de energía desconocidos que sin saber el por qué o el cómo de repente te indican el camino, esas intuiciones que de pronto te angustian pero que consiguen que cambies o modifiques algo que te empeñabas en hacer, esos presentimientos que han salvado más de una vida aún pareciendo imposibles y escapando a cualquier razón.
El miedo a lo desconocido, a lo que no sabemos. El miedo que nos protege aunque a veces nos limita e incapacita y justo es esa visión la que no tenemos que escuchar.
Hay tanto por conocer y creemos que todo lo sabemos.Dicen que de nuestra mente solo conocemos una pequeñísima parte.
Alexis Carrel célebre médico francés llegó a decir que "de todas las cosas que el hombre conocerá, la última probablemente será él mismo". Y estaba en lo cierto. Algunos dirán que puede que el hombre jamás llegue a descifrar del todo su órgano más complejo y perfecto: el cerebro.
Me alegra que te haya gustado.
Un abrazo
Un tema muchas veces contado, pero eso la pasa a los clásicos, por no ir muy lejos, sobre “Don Juan Tenorio” se han escrito más de cuatrocientas obras, parece mentira pero es así, de forma que lo importante es el tratamiento que el escritor le da al tema, y tú lo has hecho de una manera magistral.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Jose M. por tu comentario y por tu visita al blog. Me alegra mucho que te haya gustado.
EliminarEs cierto que hemos oido multitud de veces esta historia, en cada pueblo, en cada carretera aparece esta leyenda, yo simplemente he querido usarla para hablar de aquello que no podemos controlar, las intuiciones, las percepciones, todo aquello que se escapa a lo raccional.¿Sólo existe lo que vemos? ¿Existen las percepciones, el sexto sentido?...
Un saludo y espero que te quedes por aquí y seguir leyendo tus comentarios.
Vaya, Conxita, esta vez sí que te ha salido un relato de suspense.
ResponderEliminarHe disfrutado mucho con él.
Un abrazo.
Gracias Ignacio por tus palabras. Me alegra volver a recibir tu visita, siempre es un placer.
EliminarEste tipo de historias a mi me recuerdan a noches de adolescentes explicando historias de miedo y una de las más típicas era la aparición de la chica de la curva que siempre daba pavor.
Esta vez, con la licencia que da escribir y cambiar las historias, mi chica de la curva, real o imaginaria, ayudaba a prevenir, era ese instinto desconocido, ese sexto sentido, esa premonición, esa intuición...no sé, demos el nombre que le demos, que nos salva de muchos peligros.
Siendo así, bienvenida chica de la curva o bienvenidas emociones desconocidas, sensaciones no controladas por lo racional. ¿No te parece que a veces tendríamos que hacer mucho más caso de las sensaciones, de las emociones...?
Un saludo
A pesar del miedo que tenía encima, de lo aterrada que estaba tras la noche de pelis e historias de terror que había pasado con sus amigas, la joven logra olvidarse de ello cuando se cruza con un accidente en la carretera. Entonces el miedo se esfuma, y solo piensa en ayudar a las dos chicas atrapadas en el coche. Muy bien transmitido este cambio de mentalidad, de una manera imperceptible. Logras crear una atmósfera tensa y aterradora mientras la chica viaja en su coche, con todos esos pensamientos en su cabeza.
ResponderEliminarTe aconsejo que le des un repasillo, para pulir algunas cosas; supongo que es un relato antiguo.
Un abrazo, Conxita.
Gacias Ricardo por tus palabras.
EliminarSé que la entrada tiene algunos errores, pero no sé qué pasa con ella que no la puedo modificar ni de aspecto ni de contenido y cada vez que he intentado modificarla aun ha quedado peor, y mis limitados conocimientos de las herramientas del blog no me permiten saber qué le pasa. Supongo que tendría que borrarla y reescribirla para poder arreglar todos los fallos que no se dejan modificar.
Me alegro que haya conseguido transmitir todo eso, es una de esas leyendas que siempre he oído y me apetecía "versionar".
Gracias por tus generosas palabras.
Un saludo