Un puñado de notas

Marta ojeaba el libro, uno de esos de autoayuda, intentando encontrar una respuesta mágica para sobrellevar la inmensa tristeza que últimamente sentía, cuando la nota se deslizó hacía sus manos, secas y ajadas.

“Yo solo puedo estar contigo o contra mí”

La giró, no había nada más escrito. Sintió una descarga de energía. ¿Quién escribiría algo así? ¿Para quién? No sabía el motivo pero aquellas ocho palabras la emocionaron.

Con el libro en la mano y un paso mucho más rápido del que había tenido en los últimos meses, se dirigió a la recepción de la biblioteca.

—Hola, ¿me puedes decir quién ha reservado este libro antes?— Sonrió mientras le enseñaba el título.

La bibliotecaria la miró con cara de pocos amigos.

—No.

Ella no esperaba esa rotunda y escueta respuesta así que, añadió a toda velocidad la justificación a su petición:

—Se han olvidado una nota importante entre sus páginas.

De nuevo la otra alzó los ojos sin ningún interés.

—Dámela y nosotros se la haremos llegar al propietario.

Marta negó con la cabeza mientras frustrada apretaba sus labios, aquella bruja no iba a colaborar y ella se moría de ganas de averiguar quién la había escrito y el motivo. Se alejó sin decirle lo que pensaba de ella, ya en la mesa conectó su portátil, tecleó el mensaje en el buscador. Se sorprendió al ver que la frase existía: 0.80 segundos, 13.500 resultados, era de un tal Benjamín Prado, un escritor de quién no había oído hablar nunca aunque bien pensado ella tampoco era muy leída.  Estuvo tentada de cerrar la página e ignorar esa nota pero algo en el trazo seguro con que estaba escrita no le permitió olvidarse.

Se mordió los labios, en un gesto de concentración mientras revisaba el catálogo de la biblioteca: Ya no es tarde. Por un instante cerró los ojos ante el título, lo localizó en la estantería. No pudo evitar sonreír satisfecha al encontrar en el interior la nueva nota.  

Nunca es tarde para cortar la cuerda,

para volver a echar las campanas al vuelo,

para beber de esa agua que no ibas a beber

 Nunca es tarde para romper con todo,

para dejar de ser un hombre que no pueda

permitirse un pasado.

¿Por qué alguien copiaba esos versos? ¿Por qué le estaban resonando? Ojeó la página abierta en su portátil "ese autor hacía una poesía fresca y urbanita muy relacionada con el mundo del rock, había compuesto para músicos como Joaquín Sabina y Coque Malla realizando conciertos que combinaban poesía y música".

¡Su cantautor favorito!

De repente, nada de aquello le parecía una casualidad. Se levantó acercándose al mueble en el que estaban ordenados los CD, buscó el álbum que había escrito con Sabina. Sus canciones siempre le habían parecido poesía pura pero ahora tampoco podía escucharlas sin llorar, de hecho ahora hacía muy pocas cosas.

Lo encontró pero no lo abrió hasta llegar a la mesa, con manos temblorosas sacó la nota.

Y dile que la echo de menos,

…

Cuéntale que la extraño y que me siento seco.
…

Marta notó los ojos empañados, contuvo la respiración mirando a su alrededor.

—¿Qué era aquello?

La biblioteca estaba poco concurrida, aunque aquí y allá había alguna persona, cerca de ella la única mesa ocupada estaba lejos y el hombre de espaldas que la ocupaba parecía completamente ensimismado en un ¿libro?, ajeno a todo lo que no fuera eso.

Sacó el disco de la funda, lo introdujo en su portátil y ajustó los auriculares mientras ojeaba las letras de las canciones hasta localizar esas dos frases. Cerró los ojos intentando contener las lágrimas, no quería sollozar, no quería que nadie se diera cuenta. 
Buscó en su bolso un pañuelo de papel incapaz de contener tantas emociones. Todo iba mal y ella parecía incapaz de solucionar el caos en que se había convertido su vida, su enfermedad la había dejado muy vulnerable, todo había cambiado en ella, no podía evitarlo se sentía a medias como si con aquella operación se hubieran llevado su esencia. Quería dejarlo todo y no se atrevía a hacerlo.

Y esos mensajes...

Suspiró mientras se secaba las lágrimas disimulando y entonces vio a su lado un nuevo papel. Miró a su alrededor, ¿quién lo había dejado? ¿Cuándo?

…

Que no se te olvide,
es de esas que da
siempre un poco más
que todo... y nada piden.

…

Suspiró y entonces su mirada se encontró con la del hombre ensimismado que ya no lo estaba, aunque lo conocía nunca lo había visto como entonces. Observó como él se levantaba hasta llegar a su lado.

“Yo solo puedo estar contigo o contra mí”.

Te echo de menos.

Eso estaba escrito en un papel blanco, el mismo papel de todas las notas que había visto a lo largo de esa mañana y que, en ese momento, él le tendía. 

Ahora, nuevas lágrimas de esperanza se deslizaban por sus mejillas mientras abrazaba a su pareja.

Más tarde en la mesa junto al CD de Sabina y un libro de Prado yacía olvidado un manual “Superar el cáncer de mama”.