Mónica, coqueta, observaba al hombre. Se miró de refilón en un espejo, gustándole lo que veía.
"Seguro que es él".
Luchaba con energía contra dos de
sus más terribles miedos, la soledad y el paso del tiempo.
El resultado, con
frecuencia, era desigual.
Intentaba neutralizar al tiempo en su cuerpo, a base
de sentadillas, lunges y abdominales, pero su DNI jamás le dejaba
olvidarse. Aún y así con frecuencia, creía que todavía ganaba.
En cambio, su soledad, era más
difícil de calmar. Se rendía ante su poca capacidad para vencerla. Ella, poco o
casi nada, podía hacer. Escasos instantes de felicidad cuando iniciaba el
tonteo con alguno de sus admiradores e imaginaba que había un futuro.
Atractiva, divertida, deseaba amar y ser amada. Confundía sus deseos y necesidades con ser ella misma y con frecuencia, buscaba en la admiración de otros, el sentirse viva.
Odiaba el lento transcurrir del
tiempo, demasiado calmado para algunas cosas y en exceso rápido para otras.
Ansiaba unos brazos que la abrazaran, sin salir corriendo, una vez
calmado el deseo. Anhelaba una conversación sin prisas, llena de inteligencia y
risas. Sentía la añoranza del compartir palabras y espacios.
Creía que su tiempo
se escapaba a toda velocidad. Su cuerpo, aún joven, atraía como las moscas a
aquellos que querían retozar sin compromisos o quizá era que a ciertas edades,
solo hay permiso para eso. Mónica no sabía qué pensar. ¿Qué les pasaba a los
hombres? ¿Por qué solo se movilizaban para la conquista? ¿Eso era todo lo que iba
a encontrar, un par de polvos rápidos y al tercer encuentro ser olvidada?
No entendía ese mundo de vanidades y amores fugaces. ¿Quizá la vida era eso? Existencias
rápidas, imágenes veloces, facebook, twitter, instagram, whatsapps,
conversaciones a medias, miradas fugaces y sexo rápido. Veloz, raudo…como si el
tiempo se desvaneciera, sin dar posibilidad a nada. Mientras se hacía
algo, se pensaba en lo siguiente. No se disfrutaba del momento.
Publicar, enseñar, mostrar.
Y
en el amor también era así. Ya no se llamaba amor. Eso, era una vieja palabra,
demodé y desfasada. Ahora, todo era sexo y follar. Cada persona, mujer u
hombre, una nueva conquista, un reto que superar. Más y más.
Poseer, acumular, deslumbrar.
Mónica se notaba perdida. En cada
nueva relación depositaba sus esperanzas, mientras percibía que el tiempo se le
iba. Se sentía vacía escuchando
vanidades y soportando egos, más o menos marchitos de aquellos, que como ella,
paseaban sus palmitos por los gimnasios. Ella quería algo más, alguien con
quien compartir silencios, palabras y risas. En cambio por su cama y su vida,
se paseaban musculosos hombres, tan sobrados de una cosa como faltos de otras.
Y en cada abrazo frustrado, se rendía a la imposibilidad de encontrar a nadie.
Se convencía delante de una soledad no querida.
Y el tiempo avanzaba implacable.
En cada arruga, en cada cana, en la textura de su piel, en la flaccidez de su carne a pesar del ejercicio
constante, en todos aquellos puñeteros signos que ella reconocía en su cuerpo y que la hacían
verse mayor. Odiaba el paso del tiempo. Ella no quería madurar, ni cumplir
años. ¡Maldita maduración, eso para los vinos!
Y seguía buscando.
Mónica había aprendido a
reconocer las señales que anunciaban la huida. La tercera o cuarta vez que
follaban ya precipitaba la desbandada. Menos mensajes. Algunos, ya no obtenían ni
respuesta. Menos llamadas. Menos risas, no más miradas intensas, ni más
palabras tiernas ni arrumacos calientes en cualquier lugar y sin temor a las
miradas. Aparecía la falta de tiempo, encargos varios y reuniones de trabajo. ¡Oh,
de repente, todos iban desbordados!
¿Cómo había aterrizado en ese
maldito mundo de superficialidades? Intentaba salir, pero ansiaba sentirse
querida. Sabía que se mentía, que los murmullos en su oído, los besos y las
palabras dulces respondían al ardor del deseo, no a la profundidad de ningún
sentimiento.
Se engañaba mientras unos brazos
la envolvían después de satisfacer su pasión y se decía que esa vez sí iba a
funcionar, que fulanito, menganito o sotanito iba a ser distinto, que no
desaparecería.
Y lo hacían.
Y cada nueva desaparición la
hundía más en ese miedo que sentía. Y machacaba a su cuerpo con largas y
extenuantes sesiones de gimnasio. Cada hombre que le fallaba acrecentaba su
inseguridad y su desasosiego.
Más abdominales, más lunges, más sentadillas, más step-ups.
No buscaba en ella, se buscaba en
los otros.
Más y más.Running, biking, Cross training, Pilates.Más tiempo, más resistencia.
Aún no había reconocido que
mientras siguiera persiguiendo ansias, no se encontraria
“Mónica aprende a aceptarte”. “Quiérete tú. No te dejes en la mirada de otros”.
Pero el mensaje no calaba en ella y seguía buscando y
aceptando en nombre del amor, egos egoístas.
Aquella vez...iba a ser distinto. Mónica devolvió la sonrisa, de forma seductora, al hombre que la miraba con intensidad.
Conxita
Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
foto Unsplash by Carli Jean
Un relato muy actual. El cáncer del siglo XXI : La soledad.
ResponderEliminarPor las prisas, el stress, el ansia de poseer de tener y ser más, el afán por la apariencia exterior.....EGOLATRÏA Una palabra vigente siempre que nos adoramos a nosotros mismos.
Andamos confundidos cuando buscamos fundamentos importantes en sitios equivocados.
¡Que bien describes la situación! solo espero que la historia sea pura ficción. De ello me alegraré sabiendo que es ajena a ti.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo con tus palabras Francisco. ¡Cuanta soledad en un mundo tan público!
EliminarMiramos a nuestro alrededor, estamos rodeados de gente y no nos vemos. ¿Qué se busca realmente?
Me gusta observar. Me gusta escuchar. Intento contar las historias como si fueran propias, describirlas, recrearlas, sentir el dolor de otr@s y ponerle palabras para poder expresarlo, ese es el objetivo de mis relatos. Si lo he conseguido, me hace feliz ver que voy aprendiendo.
Muchas gracias por tus comentarios que animan y mucho,a seguir escribiendo.
Saluditos
Conxita
Como siempre muy bien descrito y muy creíble. Se trata de un asunto muy real, no solo de hoy en día sino yo diría que de toda la vida.
ResponderEliminarSe puede reprochar a Mónica que, en gran parte, ella es la culpable de su soledad al centrarse en un perfil de hombre determinado, musculosos de gimnasio con el ego muy subido, cuyo único objetivo es pasar un buen rato con "pibones" como ella misma.
Yo sigo creyendo en el ser humano y, por eso, sugeriría a todas las Mónicas que cambiasen músculo por cerebro y se abriesen a la posibilidad de compartir su vida con gente "normal" que, además de follar, necesitan cariño y están deseando dar 1000 veces más del que reciban.
Totalmente de acuerdo José María, pero estamos en un mundo en el que sólo se valora la imagen, ser permanentemente joven y bello, es difícil ir contra corriente.
ResponderEliminarLa soledad en un mundo en el que siempre estás acompañado.
Hola mi amiga.
ResponderEliminarCreo que ya es hora de darte un incentivo para que sigas escribiendo y enriqueciendo tu rinconcito de letras.
Te concedo una mención a tu blog con el criterio de que eres merecedora de ella.
Puedes recogerla en este enlace:
http://abrazodelibro.blogspot.com.es/2015/01/un-nuevo-reconocimiento.html
Un abrazo
Muchas gracias Francisco por la mención a mi blog. Encantada de recibirla!!!
ResponderEliminarme ha gustado tu relato y da para una reflexión sobre lo que está ocurriendo hoy en día en la sociedad. Pero (Y siempre hay un pero) Quizás ella misma equivocó el camino buscando hombres que eran el fiel reflejo de su propio miedo a envejecer.
ResponderEliminarComo veras he cumplido con mi palabra y seguiré viniendo a leerte Conxita. Beso grande
Jorge, un placer recibir tus comentarios.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Mónica, sin darse cuenta, busca en otros que sienten sus propios miedos.
Un abrazo y hasta prontito
Muy buenas Conxita:
ResponderEliminarAcabo de darme un paseo largo por tu perfil y tus blogs. Me he detenido especialmente en este relato sobre esta tal Mónica que está muy preocupada por la falta de compromiso que nota en sus relaciones, pasajeras casi todas. Me ha gustado. Creo que escribes bien, que comunicas muy bien el asunto y que tu relato avanza con una naturalidad pasmosa. Sí, me ha gustado, ¡y bastante!
Quiero estar atento a tus nuevos escritos. Por eso desde ya comienzo a seguirte en blogger y te incorporo a uno de mis círculos de Google.
Saludos
Muchísimas gracias Juan Carlos por tu tiempo, por tus comentarios, por quedarte en mi blog.y compartirnos en Google+.
EliminarHace muy poco que he empezado y me anima e ilusiona mucho que personas con tanta experiencia me hagáis estos comentarios.
Soy feliz escribiendo y me siento muy bien cuando consigo transmitir algo con mis historias.
Seguimos en contacto.
Saluditos y feliz domingo
El síndrome de Peter Pan tiene a ver con la resistencia a crecer, a asumir responsabilidades. En la época actual cada vez hay más personas que persiguen eso, ser eternamente jóvenes, no asumir responsabilidades, ausencia de compromiso..
ResponderEliminarDetrás de sonrisas imperecederas, de unas inmensas ganas de disfrutar de todos los aspectos de la vida, a veces se esconde una inmensa inseguridad y un terrible miedo a la soledad.
Estupendo relato que trasluce una realidad muy actual de un modo elegante, fluído e inteligente. Lo has descrito a la perfección, hoy ya no hay tiempo para nada que no sea la gratificación inmediata y la falta absoluta de compromiso bajo la bandera de la libertad. Es un nuevo estilo de vida, y todo aquel o aquella que busca algo diferente, sufre esa horrible sensación de que la soledad se le llevará la vida y la ilusión para vivirla porque no encontrará con quien compartir.
ResponderEliminarMagnífico el relato y muy necesaria la reflexión. Ha sido un placer leerte, un saludo!!
Muchas gracias Julia por tus observaciones y por tus amables palabras.
ResponderEliminarSorprende esta sociedad que nos exige que todo sea rápido e inmediato. Quería reflejar la soledad en un mundo lleno de gente, la exigencia de ser perfecto y permanentemente joven. Lo difícil que es ir contra corriente, ser diferente tal y como tu bien dices.
Me encantará saber tu opinión de los relatos que voy escribiendo.
Muchísimas gracias.
Creo que la protagonista, es un fiel reflejo de un montón de personas a las que les ocurre lo mismo, no saber lo que quieren y disfrutar de los momentos son más, sin tener que sacralizarlo todo , sin tener que sentirse culpables....
ResponderEliminarCreo quebso unones feliz retozando sin patar con desconocidos o no, para gozar del sexo, me parece estupendo, si es lo que uno desea, ahora, si no es lo que quieres y te engañad....
También ocurre al revés, personas que buscan la relación ideal, un compañero, y buscando, buscando senolvidan de vivir.
Con respecto al paso del tiempo, quien no ha pensado alguna vez que daría lo que fuera por tener la piel, o el cuerpo de hace 20 años? Es normal, lo que ocurre, es que no hay que obsesionarse, está bien cuidarse pero con tranquilidad y disfrutando, y perdiendo el contro de vez en cuando, que es la sal de la vida.
Tu protagonista Conxita no tiene remedio, se pasará la vida buscando sin saber lo que tiene, no la critico, es tan humano.
Un relato que refleja la realidad, bonito , me gusta mucho tu lenguaje y su uso lleno de alegorías.
Felicidades
Muchas gracias Yolanda por tus observaciones.
EliminarCreo que Mónica sufre las consecuencias de una sociedad dónde todo caduca aún antes de estrenar. Una sociedad que persigue la urgencia, la inmediatez, todo es rápido y en las personas también es así. La protagonista tiene los miedos de una mujer a la que asusta la edad y estar sola, en una sociedad que a las mujeres las condena a ser invisibles a partir de cierta edad, por eso ella lucha para no serlo. No se da cuenta que es importante aceptarse y quererse primero ella misma y hasta que no se acepte así, seguirá buscando como tu bien dices Yolanda.
Un abrazo
Esta entrada me toca mucho en intensidades y en reflejos. Mi opinión al respecto siempre tiende al equilibrio, aunque no se deja compartir. Por un lado está la sociedad estructurada y la moral aceptada, tan radical como el celibato de los curas, pero en carnes de gente de la calle que se pone unas cadenas eternas aunque perjudiquen su propia existencia. Por el otro, ese mercadillo de charcutería o carnicería barata de pellejos manoseados, gula y otros pecados capitales que se llevan a cabo con una especie de normalidad que me asquea.
ResponderEliminarHay un tercer camino, lo conocí en mis mejores tiempos, y echo de menos miradas, abrazos, conversaciones inteligentes, complicidades y saber que existe otra clase de amor que precisamente lo es por no estructurarse más que a sí mismo.
No me sé explicar mejor, yo me entiendo, aunque eso no importe lo más mínimo.
En lo que se refiere a ti, me ha gustado que te sueltes con el texto. Leerte con palabras como polvo, follar y demás te hace más natural y me gustas todavía más :-P. Eso sí, me gusta porque no es tu manera de expresarte, sino la que pones en los personajes, y no te asusta.
Un abrazo.