“Envíame un mensaje cuando llegues“
Al principio le había parecido precioso que se preocupara tanto. ¡Había
tanto cariño en sus gestos! Ni una duda, ni una vacilación. No requería ningún
esfuerzo, no le costaba nada. Era fácil hacer que el otro estuviera tranquilo.
Se querían tanto. Estaban tan enamorados.
Se acostumbró a informar. Empezó cuando llegaba a la oficina, salía para
casa o a donde fuera ese día y después, de cada
paso que daba. Cada situación de su vida, tenía un mensaje o una llamada.
Se añadió la preocupación, cuando había una cena, ir al cine o quedar con
los amigos y no asistían ambos. Casi sin salir ya había un compromiso de no
tardar.
“Te esperaré sin dormir”
No costaba tanto llegar pronto, no le molestaba. Se sentía bien. Se adoraban. El desvelo y el amor en cada mensaje, en cada palabra. ¡Estaban tan unidos! Todos se daban cuenta. Rechazaba cualquier comentario que no fuera lo mucho que se querían. Cuando hay amor, es natural ese interés por la otra persona, cuidar y preocuparse por el otro. Era bonito sentir que te querían así.
“¿A qué hueles?“
También se añadió esa pregunta y esa, quizá ya le molestaba un poquito más.
Ese olfateo desconfiado al llegar a casa. Justificar el humo, el perfume o
cualquier olor que hubiera en el restaurante y que se le hubiera pegado. No le
gustaba. Pero entendía que era su manera de amar. Aunque en el fondo, sabía que
odiaba esa humillación que sentía al sufrir una inspección en toda regla. Había
empezado a adorar los sitios cutres con olor a fritanga.
Se fueron terminando las salidas sin el otro, cuando se ama se comparte
todo. Nada tiene sentido sin la otra persona. ¿Por qué salir solos? ¿Por qué
tener amigos distintos? ¿Por qué ir de compras, al cine o vivir momentos con
otros?
Se acostumbró a tener su móvil siempre a la vista. Su correo electrónico
más público que nunca. Nada que esconder. Sabía en cada momento lo que estaba
haciendo y con quién estaba. Antes de salir, antes de marchar, cuando iba a
comer, cuando volvía. Imposible olvidarse, el resultado eran malas caras,
silencio y lágrimas.
No conseguía recordar cuándo dejó de verlo hermoso. Se tornó insoportable,
se asfixiaba en una red invisible de preocupación, cariño y amor. Esa telaraña,
cada vez más espesa, más paralizante, imposible escapar. Costaba darse cuenta. Adoración,
querer, estima y en nombre de todo eso, el derecho a sentirse propietario del
otro.
“Envíame un mensaje cuando llegues”.
Y dijo basta. No más inquietud, no más control, no más celos, no más
obsesión. Aquello no era amor ni la vida que quería.
Y acabó. Y se lo dijo. Y la dejó. Y no tuvo miedo. Y no pasó nada… Porque él era un hombre.
Conxita
Registrado en Safe Creative
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Este relato lo escribi para pel 1r concurso de relatos cortos Asun Casasola.
ResponderEliminarhttps://asuncasasolaipuinak.wordpress.com/oinarriak-bases/
Me impresionó su historia y valentía. Madre coraje,
Con este relato, un poco atípico, quiero expresar mi rechazo a cualquier tipo de control y violencia física i/o psicológica que se ejerza sobre otro en nombre del amor.
Amar no es controlar. Amar no es vigilar. Amar no es prohibir. Amar no es atar.
Hola Conxita, me parece maravilloso que hayas decidido participar en el concurso y más que me lo hayas notificado en un día tan señalado. Acabo de leer tu relato y me ha encantado, es muy bueno y el final muy significativo. Te deseo mucha buena suerte en el concurso, gracias por apoyarlo con tu participación y ojalá ganes. Feliz domingo y feliz semana!!!! Saludos Conxita!!!!
EliminarMuchas gracias Ana a ti.
EliminarMe parecía que era lo más adecuado ya que conocí el concurso a raíz de la publicación en tu blog http://elaventurerodepapel.blogspot.com.es/ y me decidí por tus comentarios y porque me pareció una gran iniciativa que entre todos teníamos que apoyar.
Muchas gracias por tus deseos y por tu comentario, lo agradezco enormemente. Creo que creo que lo importante es apoyar iniciativas de este tipo para que no haya ninguna violencia ni para ellas ni para ellos, tal y como tu también hiciste dando difusión al concurso.
Saludos y hasta pronto
Muy revelador tu relato.
ResponderEliminarCuando algo se hace en nombre del Amor, en nombre de Dios o en nombre de ciertos ideales...Puede ser peligroso, no es que haya que desconfiar desde el principio, pero a los primeros indicios de control y coacción o lo que llamamos "chantaje emocional" hay que huir. La protagonista toma una sabia decisión pero un pelín tarde.
No olvidemos sin embargo que también el hombre es una víctima de según que tipo de mujeres, se está convirtiendo en un tópico que el hombre siempre es el maltratador, el desconfiado y el celoso; ¡Cuidado! no prejuzguemos demasiado pronto sobre ciertas circunstancias. Mujer y hombre son seres condicionados por su entorno y con sentimientos que la sociedad hace parecer estereotipados y de chiste. De todo hay en la viña del Señor. Los hombres también lloran y sienten.
Me da a mi que pronto recibirás otros pequeño premio virtual.
Besos Coxita.
Muchas gracias Francisco por tu visita y por tus palabras como siempre.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tus palabras..."en nombre de..." cualquier ideal, desconfiemos.
El amor es libre y esa es su principal grandeza.
Creo que no siempre es el hombre el que maltrata, como pasa en mi relato. Quería justo dar esa visión distinta y que llevara a la reflexión. Totalmente de acuerdo los hombres también lloran y sienten y resulta muy difícil explicar por qué consienten según qué situaciones. Totalmente incomprendidos. Mi relato intenta dar una visión diferente del maltrato.
Desgraciadamente la violencia psicológica o física se ejerce por parte de hombres y de mujeres. No puedo decir cuál es peor porque las dos son terribles.
Sin embargo y por las noticias que nos llegan, si parecería que los hombres son más dados a la violencia física y muchas mujeres acaban pagando con sus vidas.
La violencia psicológica es mucho más silenciosa e igualmente muy perjudicial, en nombre del amor se controla, prohíbe, agobia y el otro, el maltratado, acaba viendo normal cosas que no lo son.
Un abrazo
¿Lo ves como lo que te decía era verdad?
ResponderEliminarOtro pequeño premio virtual por tus relatos. ya sabes por donde has de pasar para recogerlo.
Todo un placer poder seguir leyéndote.
Un abrazo
Muchas gracias Francisco por pensar en este blog.Me hace mucha ilusión que los compañeros con experiencia consideren a Enredando con las letras merecedor de estas menciones. Muchisimas gracias.
ResponderEliminarSaludos y que tengas un feliz día.
Qué bien describes la situación y el sentimiento, Contxita. Esa claustrofobia progresiva que se instala en la pareja del celoso o la celosa, esa angustia por la falta de espacio, ese olvidar el disfrute por el interés del otro y llegar a entender que no es amor, sino control...
ResponderEliminarEstupendo relato, me encantó!! :)
Un abrazo y feliz día!!
Muchas gracias Julia por tus palabras. Es un placer recibirlas de alguien como tu que escribe tan bien.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con la descripción que haces, quería mostrar que no hay sexo en los celos, tanto son ellos como ellas, y que con frecuencia se confunde el control con amor. Y poseer no es querer. Controlar no es amar. Ahogar no es cariño, es solo control en nombre del amor y lo difícil que les resulta a los afectados (ellas o ellos) darse cuenta de que eso no es amor.
Un abrazo cordial
La gran dificultad en las relaciones personales es ese equilibrio entre el yo, el tu y el nosotros.Traspasar cualquiera de los límites convierte a una relación en otras cosas, pero no precisamente en amor, aunque se haga en nombre del amor.
ResponderEliminarEn la frase “Y yo te quiero así mía, pero tuya al mismo tiempo” de Jaime Sabines (poeta y político mexicano, considerado como uno de los grandes poetas mexicanos del siglo XX 1926-1999) refleja esa idea de desarrollar relaciones que sean enriquecedoras para las dos partes.
Es importante encontrar espacios, aficiones y gustos comunes, pero esto no ha de significar que se tenga que renunciar a la individualidad, a esa parte de cada uno que no es común al otro.
En mi relato queda claro que no se respeta eso.
Ahogar, por decisión propia (para evitar problemas, discusiones o malas caras) o por influencia del otro en nombre del amor, esa vida al margen que tiene la otra persona es dañar a la relación, pero sobre todo a aquel a quien decimos amar que renuncia a una parte importante de si mismo y acaba siendo muy costoso.
E S T U P E N D O
ResponderEliminarMuestras de manera excelente como lo que al principio hasta agrada se va convirtiendo en un martirio.
Cierto, no paso nada porque era un hombre. Cambiando los sexos empiezan los problemas.
Nunca, de nunca jamás, entenderé como alguien se puede sentir propietario de alguien.
Una gozada leerte
Muchísimas gracias Guille por tus palabras.
EliminarEsa vorágine de celos y posesión que acaban convirtiendo una relación en una pesadilla. Al principio no se ve, se justifica en nombre del amor, de la estima, de no tener problemas...se incorpora en la vida del que padece los celos, que como en toda relación de "maltrato" se justifican, se disculpan, mientras el celoso consigue "secuestrar" al otro, lo va haciendo renunciar a ser él o ella y acaban creyendo que les gusta esa vida donde nada es privado, nada es individual, todo se comparte, todo es de ambos, control y posesión...y algun@s consiguen abrir los ojos, superar los miedos y las dificultades y decir basta...y alejarse, pero para hacerlo hace falta valor y en algunos casos, sobre todo en las mujeres, es peligroso.
Nadie es dueño de nadie, nadie tiene derecho a pedir que se renuncie u obligar a la esencia, a ese ser sin el otro.
Me remito a ese "Y yo te quiero así mía, pero tuya al mismo tiempo”, querer así sin control, sin posesiones, sin saber a todas horas donde está el otro, respetando su individualidad...eso sí es amor.
Un saludo