Foto by Muntsa López |
Mientras caminaba hacía la cafetería se sentía raro.
“Por fin ha llegado el día, por fin.”
No podía decir que estaba nervioso, pero sí, quizás un tanto inquieto.
“Por fin ha llegado el día, por fin.”
No podía decir que estaba nervioso, pero sí, quizás un tanto inquieto.
Hace mucho que esperaba ese momento.
Largos meses de palabras, llamadas, Skype, pensamientos, emociones a flor de piel…
Largos meses de palabras, llamadas, Skype, pensamientos, emociones a flor de piel…
Resultaba difícil explicar lo que había pasado, pero… es que había pasado.
Había leído y escuchado cientos de artículos sobre el tema, películas y libros y todos alertaban del peligro de las relaciones por internet. Se insistía en que era un mundo donde las verdades y las mentiras entretejían líneas muy finas. Se inventaban historias, personajes, relaciones y hasta vidas que no existían. Fantasías y realidades. Perversiones y monstruos que, agazapados tras el anonimato o tras un avatar inventado, esperaban a inocentes que caían en sus manos.
Había leído y escuchado cientos de artículos sobre el tema, películas y libros y todos alertaban del peligro de las relaciones por internet. Se insistía en que era un mundo donde las verdades y las mentiras entretejían líneas muy finas. Se inventaban historias, personajes, relaciones y hasta vidas que no existían. Fantasías y realidades. Perversiones y monstruos que, agazapados tras el anonimato o tras un avatar inventado, esperaban a inocentes que caían en sus manos.
Todo en la red podía ser mentira. Nada era casual ni inocente. Las personas
mostraban su mejor cara y escondían su peor lado. Una foto no reflejaba el alma
ni quizá los cientos de selfies que antes se habían intentado. Todo en aras de mostrar ese aire casual,
desenfadado, de una foto improvisada. Cada palabra espontánea, seguramente lo
era todo menos dicha por casualidad.
Era necesario desconfiar de lo desconocido. Era necesario no creer pero él creía.
Era necesario desconfiar de lo desconocido. Era necesario no creer pero él creía.
Todo eso lo sabía. Sabía de lo oscuro que podía ser todo, pero… cuándo
conocer, impide caer. Nada de lo que sabía, lo había preparado para colgarse
perdidamente, para enamorarse como un niño, por internet.
“Linda”. Ese era el nombre por el que la había conocido. Detrás de Linda,
estaba Ana María Vega. Una mujer mucho más normal de lo que le había parecido
en los primeros contactos. Sus primeras veces había creído que era perfecta, tenía todo lo que él deseaba. Dulce, sexy y muy
cariñosa y por supuesto, lejos de sus posibilidades. Ahora, después de
enamorarse de ella, aún le parecía más maravillosa y mucho más lejana.
Ella era la responsable de horas y horas de charlas delante de un
ordenador. De sus desvelos, de sus noches sin sueño. De no tener vida social,
de solo pensar en volver a casa y chatear con ella. Todo eso, era ella.
Y hoy, por fin ella había decidido acceder a conocerse.
Mario sentía miedo. Temía decepcionarla, que viera a ese pobre ser
insignificante que era él. Como explicarle a esa mujer perfecta, sus días de
soledad, su tristeza, la imagen que de él tenían las otras personas y él de ellos,
su rechazo y desprecio por el ser humano hasta que la había conocido, hacía ya
unos meses.
Había sido un encuentro casual en un chat para amantes de la música clásica.
Habían conectado, intercambiaron críticas,
opiniones y espacio con el resto, hasta que decidieron aislarse del grupo y empezar
a comunicarse ellos dos. Había sido una aproximación lenta, muy cautelosa, por parte
de ambos. Se tanteaban, apenas se daban información personal. Todo era muy
cuidadoso, con miedo a no lastimarse. Cada dato, era atesorado con afán para
empezar a dibujar a la persona que estaba al otro lado del ordenador. Con
cuidado para no asustarse mutuamente.
Linda, perdón, Ana María- Pablo aún se
hacía un lío con los nombres - se acababa de separar. Le costó meses conseguir esa
información. No tenía hijos. Se sentía muy sola, eso aún no se lo había dicho,
pero era evidente que era un alma solitaria como él mismo.
Poco a poco habían vencido los recelos y se habían ido sincerando o no. Ese era el misterio, aquello que se contaban ¿era realmente cierto? Para Mario sí. Desconocía si ella era quién decía ser. Ella le repetía que por fin había encontrado a un hombre que sabía escuchar. Él, a su vez, la sentía cercana, cálida y cariñosa, que no lo juzgaba por su apariencia y sí por su alma.
Él se sentía bien con ella. Ella se sentía bien con él.
Poco a poco habían vencido los recelos y se habían ido sincerando o no. Ese era el misterio, aquello que se contaban ¿era realmente cierto? Para Mario sí. Desconocía si ella era quién decía ser. Ella le repetía que por fin había encontrado a un hombre que sabía escuchar. Él, a su vez, la sentía cercana, cálida y cariñosa, que no lo juzgaba por su apariencia y sí por su alma.
Él se sentía bien con ella. Ella se sentía bien con él.
Mario sabía de sus miedos. La sentía muy sola. Él también lo estaba, pero para
él ya no era tan difícil. ¡Hacía tantos años que estaba solo! Nunca se había
sentido demasiado bien con la gente ni entre la gente. Su apariencia, con
frecuencia, le cerraba puertas. Sobre todo cuando era jovencito, inseguro y
buscaba la aprobación de los otros. No la encontró y se acostumbró a no
depender de los demás ni a sentirse querido. Ahora ya no necesitaba a los
iguales. Desgarbado y seguramente,
pasado de peso, ya no se preocupaba de eso. O sí, hoy había pasado bastante
rato delante del espejo deseando con todas sus fuerzas ser guapo, estar más
delgado y que ella lo encontrara atractivo.
Su historia se había construido lenta. Se habían convertido en inseparables
a pesar de la distancia y de no conocerse físicamente. Pero, ese mundo mágico
que habían construido tenía miedos, muchos miedos. Tenían terror de romperlo.
Un
encuentro podía ser tan mágico como catastrófico.
Linda-Ana María no sabía que preferir, si la soledad acompañada o la
compañía física por unos instantes y después la soledad mucho más solitaria. Mario sentía
su mismo miedo. A veces con la boca muy pequeña, le decía que deberían
conocerse, pero no insistía en exceso. Estaban bien. Se tenían. Mario temía que
ella cuando lo conociera, no quisiera seguir en contacto con él. ¿Y si volvía
la soledad? Sentía terror, pero no lo confesaba.
Y así seguían, día a día compartiendo y aparentemente conociéndose.
Acercándose y alejándose. A ratos con risas, a ratos con silencios y hasta
alguna lagrimilla se les escapaba al darse cuenta ambos que estaban presos de
sus fantasmas. Dos almas solitarias que sentían miedo de encontrarse por si se
perdían.
El andar los iba llevando a ese momento que deseaban y temían. Y hacían
amagos de valentía para desaparecer escondidos, como chiquillos debajo de las
sabanas hasta que pasara la tormenta. Y volvían y se buscaban y se escondían. Y
se amaban y se temían y así en ese vaivén de sentimientos les iba pasando su
vida.
Mario se estremecía ante cada mención de Linda-Ana María de verlo, de que
ya iba siendo tiempo de verse. Lo deseaba tanto. Ella era tan dulce, su voz era
un suave murmullo que lo tranquilizaba y hacía que sus días fueran mejores. Lo
temía tanto.
Ella empezó a desear verlo, le comentaba cuanto ansiaba que la abrazara y
aprender a estar juntos.
“Si ya estamos juntos mi niña”- le repetía Mario y así lo sentía. Ella era su vida. No había nada más que ella y ese rato que cada día a la misma hora pasaban juntos. Esa era su vida.
“Si ya estamos juntos mi niña”- le repetía Mario y así lo sentía. Ella era su vida. No había nada más que ella y ese rato que cada día a la misma hora pasaban juntos. Esa era su vida.
Pero Linda-Ana María deseaba más, ahora deseaba unos brazos que la
envolvieran y la seguridad de su mirada. Y le prometía que se verían, para a
los cinco minutos volverlo loco porque ya había cambiado de opinión y ya no se
verían. Y él no se enfadaba porque sentía tanto miedo como ella.
¡Hoy por fin iban a verse! Esperaba que fuera la definitiva. Ella había anulado la cita hasta en 5 ocasiones. No le daba motivos, no ponía excusas, simplemente le decía que no podía. Y Mario la entendía. Él sentía su mismo temor por si eso tan bello se acababa. Se acumulaban las preguntas ¿era necesario verse? ¿Conocerse? ¿Y si lo estropeaban? Callaban sus miedos y los perdonaban. Y seguían queriéndose en la distancia.
Aquel día parecía distinto. De
nuevo, era ella la que había insistido en que no podía esperar más a conocerlo,
que esa vez no habría excusas ni marcha atrás, que se conocerían y no habría
engaños ni desengaños.
Pablo sabía que sería. Y ahora, sentado en la cafetería frente a un café
que no tomaba, sus ojos se movían inquietos buscando arriba y abajo, de un lado
a otro a la desconocida a la que tanto amaba.
¡La puerta! Sus ojos ansiosos hacía allí se dirigían. ¡Ventanal! Su mirada seguía el recorrido de aquellos que se
acercaban. De nuevo, la puerta. Nada.
El reloj, marcaba la hora en la que habían quedado. Ahora miraba su móvil.
No había mensajes. Removía el café. Clin-clin, la cucharilla resonaba estrepitosa. Ahora son
los taconeos de la mujer de la mesa del al lado que lo enervan. Voces
estridentes un poquito más lejos. Sus sentidos nerviosos y alterados lo
aumentan todo.
De nuevo el reloj, de nuevo la puerta, de nuevo el móvil.
“¿Dónde estás Ana María?”
Se da cuenta de que ya ha olvidado a Linda y
ahora piensa en ella como quién es, Ana María. Su móvil suena. Un mensaje.
Mario cierra los ojos asustado. Decepcionado.
Pensaba que esta vez sería distinto. Siente ganas de llorar. Le tiemblan las
manos, no consigue desbloquearlo. Lo vuelve a intentar. Lento, lo mira.
- “¿Estás
seguro de que nos veamos? ¿Y si nos perdemos?”
Aún hay esperanza,
aún no está todo perdido. Mario quiere decirle que no se van a perder porque se
tienen, porque se conocen y sus miedos los acercan.
Ella sigue
escribiendo.
-
“Aún
no estoy contigo y ya siento que te estoy perdiendo porque mañana no estarás.
Duele.”
Mario la
entiende. Cómo explicar ese sentimiento, no disfrutar del momento presente por estar
anticipando el miedo a perderlo. Absurda contradicción. Siente su mismo temor, pero quiere
arriesgarse. No sabe cómo convencerla y quiere convencerla. Se han conocido en
el miedo y en la soledad, se necesitan más como amigos que como amantes. No
concibe la vida sin ella, porque sus días son de ellos.
Se prepara para
perderla.
Nuevo mensaje.
Mario siente terror. Tiembla mientras intenta enfocar su mirada para leer el
maldito whatsapp.
“Gírate”
Lento, los segundos se hacen eternos.
Mario ve a una mujer, con los ojos llenos de lágrimas, caminando temerosa hacía él. Se levanta y con un suspiro enorme, la abraza.
Mario ve a una mujer, con los ojos llenos de lágrimas, caminando temerosa hacía él. Se levanta y con un suspiro enorme, la abraza.
"Hoy".
"El pasado pasó y el futuro es intangible hasta hacerse presente" El presente es lo que tenemos. ¡Hoy! es lo único que vivimos.
ResponderEliminarDe nuevo presiento entre tus lineas escritas el miedo. El miedo del adulto, el peor de todos : la soledad, el no ser aceptados por alguien en quien hemos volcado nuestras esperanzas y expectativas de amar y ser amados.
Todo un relato de encuentro y temor...Menos mal que acaba bien.
Besos.
Hola Francisco,
ResponderEliminarSiempre es un placer leer tus comentarios.
Estoy totalmente de acuerdo con tus palabras. El pasado pasó, nada puedes hacer y el futuro es eso futuro e irreal. Y sabiéndolo, cómo es que con mucha más frecuencia de la deseable, nos recreamos ene l pasado, ideamos y planificamos un futuro. mientras se nos pasa la vida haciendo todo eso. Aqui y ahora, vivir el momento y disfrutar intensamente de cada cosa que hacemos.
Soledad y miedo están presentes en esta historia. Ana Maria y Mario tienen tanto miedo de perderse en ese futuro que no saben, que casi se pierden el presente. Afortunados ellos que se dan cuenta a tiempo.
Disfrutar de la vida, vivirla intensamente y dejar el mañana que sigue siendo demasiado lejos!!
Que tengas un buen dia y mejor semana.
Saludos
Aquí está de nuevo tu crítico y comentarista favorito. Esta vez para dejarte un premio por la labor realizada.
ResponderEliminarA mi me lo concedieron y yo lo comparto.
Puedes recogerlo si quieres en:http://abrazodelibro.blogspot.com.es/
Abrazo grande.
Muchísimas gracias Francisco, sobre todo por leer mis historias y animarme a seguir escribiendo. Es un placer siempre recibir tus visitas y comentarios.
ResponderEliminarSaludos
Precioso relato, Conxita. Refleja una realidad actual de un modo muy tierno, muy desde el punto de vista de los protagonistas. Yo, a pesar de las muchas cosas negativas que se dicen acerca de conocer personas por internet, creo que inclino la balanza hacia el lado positivo. Por eso sé que esta historia tuya acabará muy bien :)
ResponderEliminarUn abrazo!!
Gracias Julia. Internet, tiene muchos "claroscuros", quizá como el propio ser humano, Podemos encontrar lo mejor y lo peor. Creo como tu, que para muchas almas solitarias está siendo un buen lugar donde encontrarse y donde la palabra también recupera su espacio.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte y comentar.
Saludos soleados de domingo
Buen relato Conxita.
ResponderEliminarVeo dos personas que no quieren estar solas, con mucho miedo a ser felices, que deciden dar un paso adelante.
Espero que las lágrimas de Ana auguren un "happy end".
Tratándose de adultos, conocerse por Internet no creo que sea más peligroso que conocerse en un autobús camino de los Alpes.....
Muchas gracias por tus palabras José María.
EliminarLa diferencia entre conocerse por internet y como tu dices "de camino a los Alpes" es la posibilidad de ver al otro y de que sea,al menos, de momento, quién dice ser. Sé que eso también es muy relativo y que no conocemos a las personas a pesar de tenerlas enfrente.
Desgraciadamente el mundo virtual tiene muchos claros y oscuros, hay personas que abusan de la inocencia y de la soledad para mentir y engañar por internet,no es el caso de Mario y Ana María, dos almas solitarias que se encuentran.
Un placer recuperar tus comentarios.
Saludos desde Barcelona y hasta prontito.
Siempre he pensado que el encuentro entre adultos en internet no es demasiado diferente que en la barra del bareto de la esquina.
ResponderEliminarEn los dos casos hay que saber filtrar la parte de intentarserlomasguaydeluniverso y ver.
Cuando encuentras afinidad aumentan las ganas de saber mas. Cuando sabes mas aparecen las ganas de conocer. Y cuando conoces se abre una puerta que puede ser de entrada o de salida.
Y eso pasa ante la pantalla o en la barra del bar.
Yo soy bruto, de los de quemar etapas. Mejor conocer pronto y así saber que.
Hay afinidad; tiempo ganado.
Era todo un espejismo; tiempo ganado.
Me ha gustado tu relato. Las dudas del encuentro. El miedo a que el verse sea mas una despedida que un hola. Y ese esperanzador abrazo final.
Hola Guille,
EliminarPara mi no es exactamente igual conocerse en persona que por internet, por lo que tu dices, hay mucha gente que juega a engañar, a ser los más mejores como tu bien dices y puede ser difícil dilucidar dónde está la parte real y la que es inventada.
Con frecuencia se oyen historias de engaños, claro que tendría que ser lo mismo, pero las personas no siempre somos honestas y de nuevo, parece que las nuevas tecnologías facilitan que eso se haga.
Pero eso son los agujeros negros de internet, también se conoce a gente fantástica con la que puedes charlar, intercanviar opiniones, reflexiones, risas, conocimientos, apoyos y a los que acabas considerando amigos aunque no los conozcas.
Tu filosofía de quemar etapas pues muy útil, tiene la ventaja de que no pierdes el tiempo nunca, y eso siempre es positivo. Pero tienes que saber "conocer" y a veces...uno en eso no es infalible, también se equivoca y personas que creías valían la pena...al final salen ranas.
Me alegra que te haya gustado el relato. El abrazo final...por supuesto es esperanzador, siempre espero lo mejor de los otros.
Voy a leerte, a ver qué aprendo...
En persona, en los principios, también se muestra una parte edulcorada de uno mismo. También se puede mentir sobre el trabajo, lo vivido, el estado civil...
EliminarSolo hay que desarrollar unos matices que nos descubran como es la persona que esta al otro lado de la pantalla. Y nunca olvidar que si se ha mentido en algo importante (como la propia imagen) lo mejor es no fiarse.
Internet tiene la ventaja que se entra mas por lo que se lee que por la apariencia exterior. Y eso me gusta.
No es no perder el tiempo, es ganarlo. Si quién está enfrente vale la pena cuanto antes se abran puertas mejor.
Y si, creo que para pasar mis radares hay que valer. Lo que no se es cuantos radares pasaría yo, jejejejejeje
Me ha gustado...eso de ganar el tiempo. Es cierto...
EliminarMi sinceridad cuando he entablado conversación con personas a través de este medio, ha resultado negativa para mí, hay demasiadas etiquetas y no suelo encajar en ninguna. No obstante, he conocido a dos personas hace años y me alegro de haberlo hecho. Cierto es que soy exigente con las personas y por eso no socializo, así que tengo que comprender las exigencias de los demás.
ResponderEliminarQuien dice que el físico no importa miente, al menos a mí sí me importa (estoy seguro de que al 99 por ciento también), pero si no va acompañado de un cerebro amueblado, no me interesa conocer a algunas personas o dejar que me conozcan. En cuanto a mentir no va conmigo, pero sí he descubierto mentiras y de las gordas, jaja. En esos casos no entro a discutir, simplemente me aparto. Igual que en la vida real.
Un beso. Me gustan los temas que tocas, aunque me siento pesadito, lo valoraré. ;-)